EL HALO DE LA CONCIENCIA
Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo
Cuando el cuerpo físico es llevado al extremo de sus fuerzas debido a las preocupaciones cotidianas; y su energía natural no responde a estímulos cerebrales, sólo queda el halo de la conciencia divina impidiendo al cuerpo entrar en shock, quebrarse, sucumbir. .
Después de este instante la única salida posible, para los creyentes, es doblar rodillas y clamar al Padre Misericordia, por mediación de Jesús resucitado.
La respuesta es inmediata: el cuerpo abre sus poros para liberar la carga negativa satánica interior y dar paso a una sensación de gozo infinito, suaves, nutritivas y saludables corrientes energéticas que recorren todo el cuerpo, normalizando las palpitaciones cardíacas. El oxígeno, que antes circulaba por el torrente sanguíneo con grandes dificultades por contracción del diafragma, respuesta refleja ante el miedo y la angustia, ahora alimenta las neuronas permitiéndoles eliminar el reflejo de defensa ante el miedo y sustituirlo por la esperanza en forma de intensa, inexplicable, infinita, sobrenatural, incontenible e innombrable liberación.
Es la expresión máxima de la paz, la certeza de que los momentos de pavor, pesar, impotencia y desesperanza han terminado y nunca más volverán.
Es la fe lleva a su máxima expresión.
A partir de entonces, como compromiso de vida las palabras de Jesús se convierten en enseñanzas cotidianas:
Evangelio de San Mateo 6:25-34
V.25 “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”
(Vs. 27) “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”
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