viernes, 3 de agosto de 2012

YO NO PASE POR EL SEMANARIO. AYUDÉ A FORJARLO

YO NO PASÉ POR EL SEMANARIO UNIVERSIDAD. YO CONTRIBUÍ A FORJARLO
Luis Montoya Salas, ex administrador de la U

Antes de viajar, en agosto de 1976 a Francia, como el primer becado de la novel Escuela de Periodismo de la UCR,  yo administraba el semanario Universidad.



Eran los tiempos de la Guerra Fría y el semanario dirigido por Mario Zeledón, filólogo de formación y a la sazón recién graduado  de periodista le imprimía a la línea y política editorial un sello de denuncia en contra del status quo. Yo mismo, siendo administrador y estudiante de periodismo realicé, bien lo recuerdo, sendos reportajes sobre la contaminación del estero por parte de (ex)  Fertica y sobre un negocio con frijoles por parte del Consejo Nacional de la Producción.
Un  personaje que contribuyó  a brazo partido con el posicionamiento de los periódicos en los puestos de venta en San José y Valle Central, José Antonio Vargas debe ingresar a la lista de Facebook de los que “pasaron” por el semanario. Todos los lunes, bien temprano, con un entusiasmo loco y digno de reconocimiento montaba los paquetes de periódicos en un pick-up y hacía su recorrido. Al final de la semana nos reuníamos con el director para hacer el balance de las ventas.
Yo, por mi parte, con la experiencia en diseño todo muy empírico y elemental obtenida en el antiguo CESPO Centro de Estudios en Población bajo la dirección del hoy periodista deportivo Mario Vargas establecía cruces de variables entre el color plano asignado a la portada de tal edición con el volumen de ventas. Y comprobé, entonces, que 2 colores particularmente incidían sobre las ventas: el morado y el azul sobre el verde y el amarillo. Esta información se le comunicaba al diagramador,  quien a su vez ordenaba a la Oficina de Publicaciones de la UCR la impresión correspondiente.
Un período aciago, aunque folclórico de la vida universitaria por aquellos años eran los pregoneros voceando “la U” por todo el campus. Se trataba de niños menores de barrios marginados de los alrededores  que debían estar en la escuela, pero más necesitaban el cinquito obtenido de la venta de periódicos y el semanario los utilizaba como parte de su primitiva estrategia de venta. No recuerdo y esto es un mea culpa, que el Semanario ni la Universidad les ofrecieran condiciones de ayuda para facilitarles su inserción en la escuela. Se trataba de niños bien pobres, pero igual de honrados.  Los lunes, quizás sin desayunar, los pregoneros inundaban la entrada del Edificio de aulas en Ciencias Sociales y lidiando con Rocío Ortíz Contreras se echaban al hombro su paquete de periódicos  y sólo los veíamos al final de la mañana con la parte de sus ventas y la devolución de periódicos. En el instante se les cancelaba su comisión; y si quedaban periódicos (la mayoría de las veces) seguirían rondando durante la semana.
Han transcurrido casi 36 años desde entonces. Cientos de estudiantes se forjaron en la sala de redacción del semanario y difundieron sus ideales en medios informativos comerciales y sufrieron expulsiones y quedaron marcados y marginados como izquierdistas, “revuelca albóndigas”, bochincheros. Millones de ejemplares se imprimieron y otros tantos sirvieron para crear una conciencia crítica sobre la realidad social de aquellas épocas convulsas.   
Por mi parte, yo viajé a Francia con mi esposa de entonces y mi hija en un exilio de 4 años, sólo conectado a Costa Rica por cartas esporádicas, casetes grabados con música nacional y saludos de mis suegros y la espera mensual del cheque depositado en la Banque Nationale de Paris que siempre constituía un verdadero acontecimiento en razón de su dependencia para hacerle frente a los gastos de un becado y su familia que sólo vivía de eso.
A los cuatro años y siendo que mi formación en la Escuela de periodismo había sido en extremo deficiente respecto de los estándares franceses; y que, por tratarse de la primera beca que la Administración central de la UCR le otorgaba a la escuela de periodismo no existía mucha información sobre a qué centro educativo o provincia francesa trasladarme, no pude concluir mi doctorado en comunicación en el plazo establecido.
Al regresar a Costa Rica mi plaza en el semanario estaba ocupada; y en la Escuela de periodismo no me querían sin el doctorado. Entonces tuve la dicha de recibir una beca por un año y me fui íngrimo y solo para Saint Denis, en las afueras de París hasta alcanzar el requisito exigido por la incipiente Asamblea de escuela que me ponía como condición el doctorado para nombrarme en propiedad. 
No me fue fácil insertarme de nuevo a una institución para la cual había empezado a trabajar en 1966 en la Oficina de Publicaciones; y más tarde, en el Centro de Estudios de Población (CESPO).
Aun guardo y ni siquiera sé cómo, ni por qué las primeras acciones de personal que me extendió la Escuela de Comunicación fechadas 1 de setiembre de 1980 donde se lee: “Anteriormente ocupaba el puesto de Jefe de Sección Adm.1 en Semanario Universidad al cual renunció a partir del 1-8-80. Ahora, profesor interino licenciado tiempo completo con un sueldo base de 6,497 colones, hasta que se le fije el salario.
El 1 de diciembre de 1980, Francisco Escobar, director de la Escuela por un breve tiempo firma una acción de personal en la que se me asigna como salario mensual la suma de 2,619 colones para impartir el curso Introducción a la comunicación grupos 01 y 02. Y a partir del 1-1-82 empiezo a ganar 3,076.25 colones mensuales.
A un nuevo director, Carlos Morales le correspondió hacerme otro nombramiento interino en enero de 1982 – 31 de marzo 1982 esta vez como profesor invitado con un salario mensual de 9,824,20 colones, “mientras el Centro de Evaluación Académica le define su situación para el ingreso a Régimen Académico, la cual tiene en estudio”. En esta acción de personal consta mi nombramiento interino como Profesor invitado II año. Pero el 12 de febrero de 1982, Carlos Morales firma una acción de personal en la que se me asciende a Profesor Adjunto y mi salario mensual también aumenta a 12.547 colones.
Para el 1 de enero de 1983, un nuevo director, Mario Cordero R. firma otra acción de personal por un aumento salarial hasta completar 17.404 colones mensuales impartiendo los cursos de Introducción a la comunicación, Sociología de la comunicación, Análisis psico-social de radio, cine y TV.
Y ahora sí, con mi doctorado en ciencias de la expresión y de la comunicación debidamente reconocido por la UCR, le corresponderá a Mario Zeledón Cambronero firmar el 17 de noviembre de1983 “mi regreso al trabajo” devengando un salario de 18,408 colones.
Así evolucionó mi salario mensual en mis primeros años como profesor universitario en la ECCC: en 1980,  sueldo base de 6,497 colones; enero de 1982 – 31 de marzo 1982, esta vez como profesor invitado. Salario mensual  9,824,20 colones, 12 de febrero de 1982,  12.547 colones. el 1 de enero de 1983, 17.404 colones mensuales; un salario de 18,408 colones.  La media de mis aumentos mensuales durante 3 años fue de 3.380 colones.
  
8 años después, a principios de 1991 la Asamblea de escuela que me impuso trabas para mi nombramiento interino como profesor invitado me eligió como su director, en medio de una crisis institucional que amenazaba con intervenir esta unidad académica.
El resto es parte de mi historia, ligada estrechamente al devenir de la Escuela de Comunicación. Pero de este escribiré en una próxima Historia de vida, circunstancias del tiempo.         

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