PERSUASIÓN O CASTIGO EN EL AULA
Luis Montoya Salas
Comunicólogo
Aristóteles sentó sus reales en todas las aulas del MEP, con su modelo retórico aplicado al estudio de la comunicación: el orador (emisor) es el maestro; el discurso (mensaje), la materia de clase; el canal, el auditorio (espacio del aula por el cual viaja la voz del docente, entremezclada con todos los sonidos y ruidos del entorno); y por último, los presentes en el auditorio (receptor), los alumnos.
Aunque en este siglo XXI pululan más de 100 modelos comunicacionales según el gusto y tema de interés del investigador, el modelo aristotélico (384 -322 a .C) ha resistido durante más de 23 siglos el juicio de la historia.
A este modelo sencillo y de pragmática aplicación, la cibernética le agregó, en la década de los 40 del siglo pasado, el “feed-back” (información de retorno), así como el principio físico de “ruido”.
Ya la Lingüística había aportado el concepto de código, sinónimo de palabra (Ferdinand de Saussure, 1916).
En la década de los 60, la psicosociología sustituye al receptor (aparato físico-mecánico) por el perceptor-destinatario, persona, incorporando, por esa misma vía, la imagen del yo (emisor) y la imagen del otro (destinatario) en función del yo-espejo, con todas sus complejidades emocionales y culturales.
Y en la década de los 70, la semiótica introduce, por su cuenta y riesgo, el concepto de representación comprendido por los planos de situación (P.S.) y de expresión (P.E.). El P.S. necesita de la imagen física (presencia) del emisor/destinatario (E/D) equivalente al rol social para proyectar, en el P.S., la imagen mental de su status simbólico (P.E). El eje del modelo semiótico es dialéctico pues los E/D actúan simultáneamente en cada acto de comunicación, influyéndose recíprocamente. Son los primeros asomos de la comunicación “en tiempo real”.
Construir el acto de la comunicación para enseñar y educar en el siglo XXI implica una relación compleja de procesos y meta- procesos tecnológicos, cognoscitivos, lingüísticos, psicológicos, culturales, emocionales, de actitudes y aptitudes. Todos confluyen en el lugar físico del aula (plano de situación), sin un filtraje a priori. El educador debe lidiar con ruidos distorsionadores que se entrecruzan como fuerzas ideológicas en constante pugna entre alumnos-alumnos; alumnos-educador-alumnos; educador-colegas-colegas-jerarquía institucional, para acaparar el tiempo de palabra (Plano de expresión).
De acuerdo con F. Richaudeau (Le langage eficace p. 46): “En la comunicación entran en juego mecanismos perceptuales que acercan la forma vista a una forma ya conocida, en busca de la forma más probable. Todo mensaje que aparece al perceptor es un reconocimiento de algo o de alguien. Toda forma percibida posee su correspondencia homotética con nuestras estructuras mentales anteriores. La información leída, escuchada u observada pasa de un órgano de percepción a otro de memorización. Este hecho desencadena procesos complejos de significación que acumulan nuevos códigos para originar nuevos (super) signos más largos y complejos elevando así, la complejidad total de nuestros niveles de jerarquías mentales”.
Quizás, los actos repetitivos que ocupan al maestro en el ejercicio de su profesión le impidan identificar el “alma” del proceso de la comunicación en el aula, existentes en hechos aparentemente obvios, como la voz, los gestos, la escritura del educador y de los alumnos. Aunque pensar lo obvio no calce en el modelo aristotélico.
Refiriéndose a la escritura, por ejemplo, A. Leroi-Gourhan ((Le geste et la parole. Pág.290) apunta: “En el estado del grafismo lineal que caracteriza a la escritura, la relación entre los campos de la visión y la audición evoluciona, nuevamente: el lenguaje escrito se subordina completamente al lenguaje verbal, fonético y temporalmente lineal. El dualismo verbal-gráfico desaparece y el hombre dispone de un aparato lingüístico único, instrumento de expresión y de conservación de un pensamiento canalizado cada vez más hacia el razonamiento”.
En la escritura confluyen un conjunto de acciones neuronales repetitivas, reflexivas que corresponden a los movimientos más íntimos del cuerpo en su relación con formas visualizadas y verbalizadas aprendidas. La escritura deviene en sello de identidad revelando la personalidad de su autor. Con lo cual es posible identificar las más secretas actitudes y estados de ánimo de los alumnos ante otros compañeros y ante el educador.
Otro acto docente que genera tensiones en el aula es el “silencio necesario para escuchar”. ¿Cómo mantener de manera natural la atención de los alumnos, sin recurrir al mecanismo represivo de las boletas?
Presuponiendo que al hablar obligamos al otro al silencio, la palabra adquiere un poder real de dominio y de prestigio.
Realizando una comparación ilustrativa de la economía con la voz comprenderemos mejor la dificultad de reflexionar sobre el valor persuasivo de este instrumento natural del ser humano. En efecto, K. Kosick (Dialéctica de lo concreto pág. 93) sostiene que “usamos el dinero para hacer todo tipo de transacciones aunque no sepamos nada sobre economía”. Por su parte, Dennis Vasse (L´ombilique et la voix. Pág. 183) escribe: “ no tenemos plena conciencia de la forma como se articulan la resonancia y el razonamiento en la voz; sin embargo, sabemos que ésta revela disonancias, acuerdos, encuentros, desencuentros, gozo, angustia, enojo, resistencias, rechazos, etc”. La voz traiciona a quien habla. O como sostiene Dennis Vasse: “Cuando alguien habla, no lo hace sólo con su boca, sino con todo su cuerpo” (ob.cit).
A menudo, afirma Dennis Vasee, ( op. cit p.183) “ la voz de nuestro interlocutor nos dice más que el contenido de lo que habla”. Este principio trasciende la definición tradicional del mensaje en el modelo aristotélico y se acerca más al enunciado machluhiano “El medio es el mensaje” La voz del educador se convierte, entonces, en un instrumento privilegiado del proceso de comunicación en el aula, asociado a su autoridad y éxito como docente.
Hasta nuestros días, la comunicación se usa para imponer el poder, el prestigio, el reconocimiento, la autoridad y el autoritarismo. De ello han resultado confrontaciones, conflictos y hasta destrucción de naciones enteras mediante guerras; sin olvidar la destrucción de honras, mediante el rumor.
En todos los sistemas de gobierno, el poder recurre a la persuasión para llegar hasta el oscuro y desconocido lugar del inconsciente, ya sea mediante el halago y el premio, o el terror. Así, provoca respuestas irracionales sobre las necesidades emocionales y materiales que se expresan en diversas formas de consumo.
Creo que las nuevas exigencias del siglo XXI imponen un replanteamiento humanista del principio de la comunicación, a partir del siguiente enunciado, como insumo para la reflexión: la comunicación está en la naturaleza de las personas y de las cosas; y no las personas y las cosas en la naturaleza de la comunicación” (analogonluis
No hay comentarios:
Publicar un comentario