MI FE ACTIVA NACIÓ COMO DIRECTOR DE LA ESCUELA DE COMUNICACIÓN (EECC).
Dr. Luis Montoya Salas
(Comunicólogo)
“Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba,
ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento.
Pero procuren que esa fortaleza los lleve a la perfección,
a la madurez plena, sin que les falte nada”
(Santiago 1,3,4)
“Todo acto de fe es un acto consciente, reflexivo, creativo,
dinámico, de rigurosa disciplina y concentración mental y
espiritual. El acto de fe compromete todos nuestros sentidos, neuronas:
todo nuestro cuerpo.
En la fe, más que el decir está el hacer”
Luis Montoya Salas
Sólo mantenerme en el cargo durante los 4 años para los que fui electo como director de la ECCC de la UCR cuyas asambleas eran una eterna zambumbia de pleitillos ideológicos era ya, y de por sí, el mayor éxito logrado por director alguno. El resto vino por añadidura, a la espera de un tiempo cuántico, como el presente, para pregonarlo al norte, al sur, al este, al oeste, hasta las ondas satelitales en el cielo y por la fibra óptica de las redes sociales: para quienes tengan oídos para ver y oídos para escuchar…
La fe en un dios, cualquiera que este sea es un valor humano supremo, un derecho humano ejercido por cientos de millones de creyentes en el mundo. Es la certeza de la única opción de respuesta en el clímax de la desesperanza, cuando ya no existe otra posibilidad. ¡Es el milagro!, el premio, la redención y la demostración misma de la existencia de la fe.
Como estudioso del funcionamiento del cerebro, creo que Dios está en nuestro cerebro dando fuerza a las decisiones que tomamos. Jesús, el Hijo, está en el corazón con toda su bondad. Y el Espíritu de Dios está en los centros de energía para establecer el equilibrio, la unidad, la sabiduría en las decisiones que tomamos.
En 1993 y 1994 sin ser creyente, hice mi primera profesión de fe consciente de cada palabra escrita : “La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Así titulé la presentación en la Revista Sinergia de 1994 de la publicación de varias ponencias presentadas en el I y II Encuentro sobre la comunicación convocado y organizado por la Escuela de Comunicación de la UCR en el contexto de la celebración de su XXV aniversario de fundación. El slogan: “Sin humanismo, la globalización es opresión”. Y el tema, “Exigencias profesionales en un mundo de profundas transformaciones”.
Del 25 al 29 de octubre de 1993 nos reunimos en el Gran Hotel Costa Rica profesores y alumnos. Trabajamos en paneles y mesas de estudio y escuchamos conferencias magistrales de conferenciantes extranjeros. En esa época ya se hablaba de responsabilidad social de la prensa ; y el narcotráfico, el aumento de la delincuencia, la corrupción y los conflictos bélicos en la región constituían temas de agenda. Un objetivo específico: Confrontar la reflexión académica con los avances tecnológicos u oferta tecnológica actual; así como, con las prácticas profesionales vigentes.
Ante las expectativas detectadas en el I Encuentro del 93 la ECCC convocó a un segundo encuentro, en 1994. Esta vez se realizó en el Hotel Zurquí, tan exitoso en asistencia como en contenidos. Asistieron expertos en comunicación mexicanos, peruanos, guatemaltecos, norteamericanos, españoles y connotados profesionales costarricenses.
Mi motivación para impulsar la celebración de estas actividades académicas era muy sencilla. ¿Por qué todas las otras escuelas académicas universitarias realizaban congresos, seminarios y actividades académicas complementarias y la ECCC no?
Que yo sepa, ni la ECCC, ni el Colegio de Periodistas a quien corresponde por ley realizar estas actividades académicas convocaron al III Encuentro sobre la comunicación, ni a algo parecido al impacto y magnitud del I y II Encuentro sobre la comunicación de 1993 y 1994.
Como su director (1991-1995) el primero desde la fundación de la Escuela que se mantenía en el cargo los 4 años a tiempo completo y sin faltar un solo día (con excepción de los viajes que debí realizar a Estados Unidos, Colombia, Perú, Honduras en el desempeño de mi cargo) me propuse organizar dos encuentros, sin un centavo para ello, en las arcas de la Escuela. Le propuse al Rector Luis Garita el proyecto. Obtuve su aprobación. Luego negocié los recursos económicos con la Asamblea Legislativa, la Casa Presidencial, El Banco Crédito Agrícola de Cartago Lacsa, la línea aérea nacional de entonces y sobre todo, del Colegio de Periodistas.
De pronto y por la voluntad de las partes, un enfrentamiento irracionalmente inexplicable entre la Escuela de Comunicación y el Colegio de Periodistas, de larga data, llegaba a su fin. Y de ello resultaba la primera sala de redacción dedicada a Joaquín García Monge debidamente computadorizada donada por el Colegio de Periodistas con aportes de la Universidad de Costa Rica. De un plumazo, quedaban atrás las viejas máquinas mecánicas de escribir y los alumnos serían supervisados por el profesor de los talleres de periodismo desde un computador central.
También me correspondió celebrar los 25 años de creación de la Escuela de Periodismo con la publicación de unas estampillas por parte de Correos de Costa Rica con el logo que aún hoy utiliza esta Unidad académica.
Tantos logros en tan poco tiempo; y haber salvado en 1991, a la Escuela de una intervención por parte de la Rectoría me indicaban que algunas cosas buenas estaban ocurriendo en favor de la enseñanza de la comunicación. No se trataba exclusivamente de mi gestión, ni del apoyo incondicional de la Rectoría.
En ese entonces estaba muy ocupado en preocuparme por cumplir mi función de director, como para pensar en asuntos del espíritu. Ante mis ojos desfilaban los hechos probatorios de que algo diferente y superior estaba ocurriendo en esta unidad académica. Pero por aquellos años no profesaba otra fe que la del trabajo intenso, dedicado, excluyente de otra actividad familiar, social, o religiosa.
Al concluir mis 4 años como director sometí, de nuevo, mi nombre para otro período. Pero había tomado decisiones que más tarde los miembros de la Asamblea me cobrarían. En la ECCC de entonces no era costumbre ni se aceptaba enfrentar a quienes durante muchos años usufructuaron de su poder en la ECCC. Y es que al tomar el mando de la dirección decidí mantener libertad de criterio y no subordinarme a poderes anquilosados. También apliqué estrictamente la normativa en la asignación de cargas académicas que afectó a algunas profesoras cuya plaza principal estaba en otras unidades académicas.
También nombré a una profesora para que pusiera orden en una unidad vital para la Escuela: el CEPROAV, que por entonces era territorio de los técnicos. Este hecho provocó una reacción de los afectados, aliados de una secretaria de la Escuela cercana al anterior director. Me enteré, por intuición más que por instinto que se estaba convocando a una asamblea de escuela para destituirme. Ante esta realidad tuve que sacrificar a una excelente profesora, con cualidades y honestidad probadas, para evitar un conflicto más en una unidad académica que, antes de mi período lo resolvía todo con paros o amagos de huelga.
Hoy, cuando me siento a escribir estas reflexiones sobre la fe me vienen a la memoria los 4 años, 1.448 meses, 43.440 días, las 1,042.560 millones de horas y los 62,553.600 millones de minutos correspondientes a mi gestión como director de la ECCC. Aumentan entonces, mi certeza y convicción de creer que en cada segundo de este período, el más productivo y crucial de mi vida profesional, siempre tuve a mi lado esa fuerza espiritual invisible pero muy poderosa que me acompañó, me salvaguardó, me inspiró y que, pese a las intrigas universitarias que abundan y constituyen un poder por encima de cualquier poder material y humano, salí bien librado y con una gestión exitosa como el primer director de la ECCC.
Sólo mantenerme en el cargo durante los 4 años para los que fui electo en una escuela cuyas asambleas eran una eterna zambumbia de pleitillos ideológicos era ya y de por sí el mayor éxito logrado por director alguno. El resto vino por añadidura, a la espera de un momento cuántico como el presente para pregonarlo por las redes sociales para quien tenga oídos para ver y oídos para escuchar.
No esperé agradecimientos ni reconocimientos, porque para eso recibía un recargo del 65% de reconocimiento salarial. Tampoco me incomodó no ser invitado a la celebración del 40 aniversario al lado de otros tantos directores. De ello me enteré varios meses después….
Pero de mis 4 años como director sí me quedó la inmensa satisfacción de enfrentarme a la Asamblea de escuela y a los mismos dirigentes estudiantiles para lograr el ingreso a la escuela de los despectivamente llamados “Supernumerarios”, un grupo de 25 estudiantes con notas superiores a 8,5 que presionaban por ingresar a la escuela, además de los 25 ya aceptados por promedio ponderado situado en 90.
Ese año y ante la presión estudiantil en toda la UCR la Rectoría estableció la categoría de los “supernumerarios” para las unidades académicas con políticas restrictivas de ingreso. Yo negocié con el Rector el aumento de la cuota de la ECCC a cambio de más tiempos completos y más recursos audiovisuales. Y lo hice convencido que la nota de admisión impuesta por la ECCC no evaluaba en estricto sentido el nivel cognoscitivo, ni inteligencia, tampoco excelencia de los candidatos a ingresar a la ECCC, en razón de las materias evaluadas para establecer esos promedios. Es decir: los alumnos que ingresaban a la escuela no eran genios como podrían ser los de las ingenierías y ciencias puras en general. Existía un espejismo creado para camuflar los deficientes niveles de conocimiento y exigencia por parte de los mismos profesores de la ECCC. Pero esto es un enano de otro cuento.
Apuntes sobre la fe, desde la comunicación.
“Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”- Certeza es creencia absoluta en algo o alguien, sin asomo de la menor duda. Lo que se espera está por venir. No ahora, ni mañana, sino en el tiempo mismo de la espera. Convicción es un compromiso conmigo mismo de y en algo. Certeza es creer en lo que nuestros sentidos no pueden percibir en concreto y de manera tangible. Y que solo por medio del espíritu podemos intuir. El instinto es a la convicción como la intuición es a la certeza. La certeza es más racional, la convicción es más instintiva.
La convicción alimenta a la certeza y ambas construyen la fe. Mientras la convicción es proceso, la certeza es un hecho cumplido. Debe acontecer lo que se espera, por convicción. Lo que no se ve es mejor definirlo como lo que está invisible a los sentidos en el tiempo y en el espacio pero que se sabe instintivamente que está ahí, a la espera de su revelación.
En tanto que proceso, la convicción se construye, se moldea con disciplina, rigurosidad, energía espiritual. Es una actitud frente a las circunstancias más que ante los hechos. No es solo un instante de resplandor emocional, o de energía que brota mientras se entonan cánticos sagrados. La fe es una comunicación interior con el espíritu de Dios que habita en nosotros. Creemos en su existencia, con certeza y convicción y obtenemos recompensa. El espíritu de Dios nos indica el tipo y momento de la recompensa. Pero debemos estar atentos a sus señales, sin distracciones emocionales que nublen, distorsionen el momento de la bendición, del milagro.
La fe en un dios cualquiera que este sea es un valor humano supremo, un derecho humano ejercido por cientos de millones de creyentes en el mundo. Es la certeza de la única opción posible de respuesta en el clímax de la desesperanza, cuando ya no existe otra posibilidad. ¡Es el milagro!, el premio, la redención y la demostración misma de la existencia de la fe.
Cristo vino a traer la luz y a liberar a aquellos que están en la oscuridad y desean vivir la paz, alcanzar la sabiduría y llegar a comprender en fe, por qué las cosas suceden, por más duras, feas y negativas que aparenten ser. Y no la comprendamos en el momento. Su respuesta está en Cristo y en la fe y en el mañana porque Jesús es dueño del tiempo de nuestros actos.
Cuando escuchamos tan seguido y mecánicamente la frase Dios te guarde, Vaya con Dios, Dios es grande obviamos el poder real de las palabras. “De lo que habla la boca abunda en nuestro corazón” , nos recuerda Jesús. Presta mucha atención a las palabras que usas. Ellas tienen
una fuerza enorme, pueden sanar o herir a las personas de nuestro alrededor. Las palabras que emitimos son el reflejo de nuestro mundo interior.
Las palabras emiten sonidos. Y todos sabemos hoy, que los sonidos se transforman en vibraciones. Es más: la voz no es otra cosa que la vibración de cuerdas vocales por efecto del aire que exhalamos para hablar. Las palabras que escuchamos resultan de la adaptación de todo el sistema de fonación respecto de las vocales y consonantes. De otro modo, ¿cuál sería la razón y justificación al largo proceso que llevó al ser humano desde su ausencia de voz hasta la utilización de todos los órganos y mecanismos utilizados para producir la palabra?
En nuestra cultura moderna donde para muchos ver es creer: ,¿existen evidencias que la vibración y el sonido pueden afectar la materia, interactuar con nuestras moléculas y estimular la creación
de una nueva realidad y hasta provocar la auto curación? Y en ese caso, ¿podemos nosotros medir sus efectos?
En el siglo dieciocho, el científico alemán y músico Ernst Chladni, conocido como el padre de la acústica, dio un paso hacia contestar estas interrogantes. Él demostró, en simples y sencillos
experimentos visuales, que el sonido afecta la materia. Cuando él tomó un arco de violín alrededor del borde de una placa cubierta con arena fina, la arena formó varios patrones geométricos, como
se muestra abajo.
Otro pionero en esta arena fue el Dr. Hans Jenny. Suizo, doctor en medicina y científico, Dr. Jenny comprendió la importancia de la vibración y el sonido, y partió para estudiarlos de un único ángulo. Sus fascinantes experimentos en el estudio de fenómenos de ondas que él llamó cimática - cymatics (del kyma griego, significando .la onda.), nos proporciona nada menos de cuadros de
cómo el sonido influencia la materia.
En los años sesenta, el Dr. Jenny puso arena, fluido y polvos sobre platos de metal, que él hizo vibrar con un generador especial de frecuencia y una bocina. Sus experimentos produjeron bonitos e intrincados patrones que eran únicos para cada vibración individual. El sonido pulsaba a través de la sustancia. Si se detenía el sonido, el patrón colapsaba. Para muchos, estos experimentos muestran que el sonido puede, de hecho, alterar formas, que diferentes frecuencias producen diferentes resultados, y ese sonido realmente crea y mantiene la forma.
Aunque es mejor conocido por sus estupendas imágenes de cimática, el Dr. Jenny también era artista y músico, así como filósofo, historiador y científico físico. Quizás más importante, él era
un estudiante serio de las maneras de la naturaleza con los poderes perspicaces de observación.
Ya fuera el ciclo de las estaciones, las plumas de un pájaro, una gota de lluvia, la formación de patrones climáticos, montañas u ondas - o aún la poesía, la tabla periódica, música o sistemas
sociales - el Dr. Jenny vio un subyacente tema unificador: patrones de ondas, producidos por vibración.
.Dondequiera que vemos, podemos describir lo que vemos en términos de periodicidades y ritmos, escribió. .
Para él, todo reflejaba inherentes patrones de vibración, involucrando número, proporción y simetría.lo que él llamó el principio armónico. El Dr. Jenny animó a continuar la investigación del fenómeno de ondas. El propósito de tales estudios, explicó, era .escuchar. los
sistemas de la Naturaleza. .Lo que queremos hacer es, que aprendamos a .escuchar. los
procesos que florecen en las flores, a .escuchar. la embriología en sus manifestaciones y aprehender el proceso de interiorizar,. escribió.
Nuestras Células Responden al Sonido
Las implicaciones del trabajo del Dr. Jenny son inmensas, especialmente para el campo de sanar y medicina vibratoria. Si el sonido puede cambiar las sustancias, ¿puede alterar nuestro
paisaje interior? Puesto que los patrones de vibración son ubicuos en su naturaleza, ¿qué papel juegan creando y sosteniendo las células de nuestros propios cuerpos? ¿Cómo los patrones
vibratorios de un cuerpo enfermo difieren de los patrones que el cuerpo emana cuándo es saludable? ¿Y podemos darle vuelta a las vibraciones enfermas y volverlas saludables?
Mientras el Dr. Jenny no se enfocó en las posibilidades curativas del sonido y vibración, su trabajo inspiró a muchos cuyo destino era hacer eso.
Dos otros investigadores que han creado una abrumadora evidencia visual del poder del sonido son los científicos japoneses, Masaru Emoto y Fabien Maman. Maman, compositor francés,
acupunturista y bioenergetista, y Helene Grimal, una bióloga, experimentaron con células saludables y células cancerosas para ver cómo ellos responderían a la voz y a los varios instrumentos.
En su libro El Papel de la Música en el Vigésimo primer Siglo, Maman reporta que entre los dramáticos efectos de sonido que capturaron en sus fotografías estaba la progresiva desestabilización de la estructura de células cancerosas. Cuando
Maman tocaba sonidos que progresaban hacia arriba de la escala musical, las células cancerosas eventualmente explotaron.
El Científico japonés, Masaru Emoto mostró los potentes efectos del sonido, fotografiando cristales de agua. En sus notables experimentos, él tocó música clásica y canciones folklóricas de
Japón y de otros países a través de portavoces puestos al lado de
las muestras de agua. Él luego congeló el agua para hacer cristales y comparó la cristalina estructura de diferentes muestras. Con cada pieza musical, la muestra de agua formó diferentes cristales, hermosamente geométricos. Cuando tocó música metalica pesada, la estructura hexagonal básica del cristal de agua se quebró en pedazos.
En otro experimento, Emoto y trescientos otros se congregaron en las orillas de un lago fuertemente contaminado en Japón, y habló en voz alta una afirmación de paz y gratitud. Los cristales del agua cambiaron de una nublada y torcida imagen antes de la oración, a
lindos cristales geométricos, después de la oración. Grupos más pequeños de personas han repetido este experimento en otros lagos alrededor del mundo, con resultados similares a los
que Emoto. (Tomado de La Ley de la Atracción Mitos y verdades sobre el secreto más extraño del
mundo. Dr. Camilo Cruz.
Para mí, un estudioso del funcionamiento del cerebro Dios está en nuestro cerebro dando fuerza a las decisiones que tomamos. Jesús, el Hijo, está en el corazón con toda su bondad. Y el Espíritu de Dios está en los centros de energía para establecer el equilibrio, la unidad, la sabiduría en las decisiones que tomamos.
1 Timoteo 6, 11: “Pero tú, hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, de devoción a Dios, de fe, de amor, de constancia y de humildad de corazón”. 12. Pelea la buena batalla de la fe, no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena declaración e tu fe delante de muchos testigos”.