viernes, 13 de septiembre de 2013

PERIODISTAS ANCESTRALES, JINETES TECNOLÓGICOS

PERIODISTAS ANCESTRALES Y  JINETES TECNOLÓGICOS
Luis Montoya Salas
Comunicólogo

A lo largo de los siglos XVII y XVIII, la prensa creció,  progresó y prosperó, al calor de los enfrentamientos ideológicos de los periodistas, empíricos entre los empíricos, con el Poder.
Para publicar  sus rudimentarias  hojas sueltas  (la mayoría escritas a  mano) al margen de la prensa oficial, se pagan, en esos años,  elevados impuestos; cuando no se  corren, nuestros ancestros, el riesgo de su decomiso. Y en los casos extremos, hasta de terminar con sus carnes y huesos en las mazmorras.
El derecho a la palabra impresa le pertenece sólo a quienes gozan del beneplácito de las monarquías. El caso más  mentado es el de Théophraste de Renaudot, doctor en medicina de la Universidad de Montpellier y protegido  de Marie de Médici.  Siendo “Comisario general para los pobres del Reino” también recibe el permiso de publicar La Gazzette (1631).  Así nace el primer semanario de la historia de la prensa, en el cual se publicará, también, el primer aviso publicitario, ancestro de la publicidad actual (Albert.P. Histoire de la presse. PUF. France p. 43)
En el otro extremo, en Gran Bretaña,  se acuña el concepto de la prensa como el cuarto poder (Burke, 1787) en medio de partos dolorosos por dar a luz las crónicas del Parlamento.
Sin embargo, cuando desde lo más profundo de sus neuronas, el ser humano busca el conocimiento, no han valido censuras, ni  cargas impositivas sobre los medios de prensa, ni amenazas en contra de los periodistas ancestrales.
Por el contrario. En el furor de la Revolución Francesa se proclama el primer e inalienable mandamiento sobre la libertad: la libre comunicación del pensamiento y las opiniones, constituye uno de los más preciados derechos del hombre, para cuyo ejercicio solo existe la responsabilidad por el abuso de esta libertad. Artículo XI de la Declaración de los Derechos del Hombre, 26 de agosto de 1789).
Nunca han faltado dictadores, ni emperadores como Napoléon Bonaparte quien, 15 años después de esta Declaración, hace saber al redactor del Journal des Débats, que, “concluida la Revolución, solo existe, en Francia, un partido y yo no permitiré, jamás, que mis periódicos digan o hagan nada en contra de mis intereses” (Albert P. ob. Cit. Pág 31) (¿No estaríamos ante un “déjá vu de presidentes vecinos y sudamericanos que acallan a los medios de difusión colectiva alegando derechos de estado?)
13 pasos hemos dado  ya en el siglo XXI. Los medios de difusión colectiva se saltaron, en apenas 60 años del siglo XX, todas las etapas imaginables de su evolución que había durado más de 600 años:  desde la prensa de Gutenberg (1440?); el uso de la tinta y el papel (1818); la estereotipia (1829); la impresión anverso y reverso (Koenig y Bauer (1816); la transmisión telegráfica (Gauss, 1833); la creación de las agencias de noticias (Havas, 1832); las transmisiones radiográficas (Marconi, 1895)  y televisuales (1927), el envío al espacio de los primeros satélites (octubre de 1957); la informática y la telemática (1970/80)  hasta la digitalización radiofónica y televisual para la transmisión de datos en banda ancha y a grandes velocidades gracias al descubrimiento de la fibra óptica y los circuitos integrados…
En retrospectiva se observa, hasta fines del siglo XIX, una lenta acumulación de invenciones tecnológicas cuya evolución está en estrecha relación con la implantación de los medios de difusión colectiva.
Y como si las tensiones de la II Guerra  Mundial fueran el mejor estimulante a la innovación tecnológica, a partir de los años 40 del siglo XX y como un aporte incuestionable del  Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) se produce la integración  de disciplinas como la biología, la teoría de la información, la cibernética y la teoría de sistemas, acompañadas de una transferencia de métodos que  van de la máquina al organismo (Feed-back); del organismo a la máquina (biónica, inteligencia artificial, robots industriales, neurobiología en los años 50). Y en la década de los 60, se suman al proceso la empresa, la economía, la sociedad y el ecosistema.
Se disparan aceleradamente y casi al unísono, las invenciones más originales que hoy usamos con asidua distracción.
 Independientemente de las herramientas utilizadas en cada época, los trovadores, cronistas; y  más recientemente los periodistas, han registrado el desmoronamiento de los imperios; la caída de los dictadores. Hemos visto al tiempo engullirse guerras y holocaustos. Los gobernantes ceden sus sillas a otros gobernantes; los políticos desfilan, con vida efímera, ante la percepción de los electores. Y ahí, siempre presentes, atentos para dejar huella del acontecimiento estarán los periodistas, con carné o sin carné profesional, inscritos, o no en el colegio profesional, hasta que muera en el ser humano, la necesidad que nos mantiene vivos: la búsqueda de la verdad (analogonluis@yahoo.es)

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