viernes, 27 de septiembre de 2013

DE VIEJO NADIE SE MUERE. O LA PARADOJA DE LA SUERTE Y LA MUERTE

DE VIEJO, NADIE SE MUERE.
Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo
MUERTE y SUERTE. Llegan cuando menos esperamos.
Que nos aliente saber: el espíritu de la guadaña es, paradójicamente, más compasivo cuando hemos cruzado el umbral de los 60. Como si premiara con la suerte de vivir más años, el esfuerzo de luchar día a día contra las vicisitudes del envejecimiento, a sabiendas que, con la edad, aumentan los riesgos de padecer enfermedades degenerativas, crónicas, o alguna discapacidad.
Sea como fuere; y precisamente porque nadie nos enseñó a pensar la muerte como la meta de llegada administrando nuestra vida con equidad, frugalidad, inteligencia y disciplina, alcanzamos la edad adulta con discapacidades producidas generalmente, como resultado de un inadecuado control de algunas enfermedades crónicas –la hipertensión, por ejemplo.
Entre la población costarricense de edad adulta, las enfermedades cardiovasculares son las principales causas de muerte; le siguen las infecciones respiratorias crónicas (enfisema principalmente); el cáncer de próstata y cáncer gástrico en los hombres; y en las mujeres adultas mayores, la diabetes Mellitus. (La salud de las personas adultas mayores en Costa Rica / Organización Panamericana de la Salud, Ministerio de Salud, Consejo Nacional del Adulto Mayor. -- San José, C.R. : OPS, 2004.
En la vorágine de estas y otras enfermedades, cada día se suman 184 ticos a la pirámide demográfica de nuestro país, como resultado de la diferencia entre los 220 niños que nacen cada día y los 36 decesos que de igual manera ocurren diariamente. (http://esociales.fcs.ucr.ac.cr/recursos/libros_s_21/es4/texto/Unidad%2011%20-%20Cuantos%20somos,%20donde%20estamos,%20cuanto%20producimos.pdf.
Antes de 1950, era tan común la muerte de niños menores de un año, como alto el número de muertes en adultos, por enfermedades que en la actualidad son curables.
En la vorágine de estas y otras enfermedades, cada día se suman 184 ticos a la pirámide demográfica de nuestro país, como resultado de la diferencia entre los 220 niños que nacen cada día y los 36 decesos que de igual manera ocurren diariamente. Y esto se debe a la convergencia de dos transformaciones importantes ocurridas en las últimas décadas: (1) el aumento de la esperanza de vida de individuos en edades avanzadas; y (2) la disminución de la fecundidad que reduce, relativamente, el número de personas en las edades más jóvenes. Su resultado es un más acelerado proceso de envejecimiento poblacional. (La salud de las personas adultas mayores en Costa Rica / Organización Panamericana de la Salud, Ministerio de Salud, Consejo Nacional del Adulto Mayor. -- San José, C.R. : OPS, 2004.
El dato más reciente muestra una esperanza de vida en Costa Rica de 78,5 años en el
2002 (Proyecto Estado de la Nación, 2003), que es la segunda más alta de América, por debajo únicamente de Canadá, pero por encima de países como Estados Unidos o Cuba. Así, la edad promedio de las personas mayores pasó de 69,1 años en 1970 a 70,2 en el 2000 y superará los 72 años en el 2040. (La salud de las personas adultas mayores en Costa Rica. Ob.cit)
En tal sentido, el censo de 1973 contabilizó 104.000 adultos mayores en Costa Rica. Este número aumentó a 301.000 en el censo del 2000. Y su vertiginosa tendencia enunciada como una proyección con alto grado de certeza continuará, pues los adultos mayores en el 2060 ya habían nacido en el 2000. Se esperan, por tanto, para el 2060, cerca de 2 millones de adultos mayores. (La salud de las personas adultas mayores en Costa Rica. Ob.cit)
Calidad de vida apenas para el 5,45% de la población adulta mayor.
Llego a mis 65 años, situado en el grupo de quienes tuvimos la oportunidad de obtener una profesión (5,45%, de acuerdo con CONAPAN- UNFRA “Política Nacional para la Atención de la Persona Adulta). Soy una más de las 108.000 personas mayores en Costa Rica que estaban pensionadas (es decir, un 36% de la población adulta mayor) Tuve acceso al sistema de salud (el 64% era asegurado directo o fue asegurado por algún familiar). Abundo en las comodidades de la ciudad y disfruto de una alimentación saludable tanto como de las bondades del deporte al aire libre. Será por estas razones que no veo mi vejez como una amenaza, o con la incertidumbre que asalta a 57.000 adultos mayores quienes, en la soledad de su habitación se preguntan: ¿y mañana qué le daré de comer a mi familia? Porque además, en nuestro país, Costa Rica; y aunque parezca inhumano, cerca de 50 personas con 80 y más años deben trabajar, principalmente en el agro, porque nunca cotizaron para su pensión; y además, porque su estado actual es el resultado de las deficientes políticas de información y comunicación que llegan a cuentagotas a las zonas rurales marginadas de este país. De ahí que desconozcan los derechos que les otorgan las leyes y decretos aprobados en beneficio de los adultos mayores a partir de 1999, en particular la Ley Nº 7935, Ley Integral de la Persona Adulta Mayor. Esa ley contiene derechos en salud, educación, vivienda, seguridad social, recreación y trabajo. Y aunque también existen agrupaciones de la sociedad civil e instancias del estado que ofrecen programas y servicios dirigidos a la población adulta mayor, como la Asociación Gerontológica Costarricense, la AGECO, la CCSS, el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (CONAPAM), el Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología Dr. Raúl Blanco Cervantes, el IMAS, la Junta de Protección Social (JPS), el Ministerio de Salud, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y las universidades públicas del Estado (UCR), (UNA) y (UNED), tampoco la gran mayoría de adultos mayores tiene conocimiento y acceso a estos servicios.
Un mañana gris para los adultos mayores
La Costa Rica folclórica de los años 50 del siglo pasado, de cafetales, guarias moradas, carretas y gallo pinto cambió, radicalmente. Y quienes más sufrieron sus embates han sido los adultos mayores. Las exigencias de la economía globalizada imponen estándares de competitividad en función de la mano de obra joven y calificada de la cual pueden obtener máximo provecho. Los adultos mayores son relegados a empleos marginales de misceláneos, vigilantes privados, peones agrícolas y trabajos degradantes sin garantías sociales y con riesgos de salud superiores al promedio de la población joven.
Súmense, a estas condiciones, la soledad; (de acuerdo con el censo del 2000 en Costa Rica hay 30.000 adultos mayores que viven solos, es decir el 10% de esta población); el aislamiento e indefensión, así como el deterioro físico y mental, sobre todo si no se cuenta con redes de apoyo, familiares o comunitarias, definidas, estables e identificadas, para brindar cuidados, ayuda instrumental, afecto, protección, seguridad material, vivienda; todos ellos, aspectos indispensables para una óptima calidad de vida.
También es preocupante la tendencia al aumento en la mortalidad, por patologías sociales: homicidio, alcoholismo-cirrosis, suicidio entre los hombres y otros accidentes entre las mujeres. Adicionemos el aumento de la pobreza en las personas de 60 años y más, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Hogares y Propósitos Múltiples, de 1999. Ahí se consigna que el 21.4% de las personas adultas mayores se encontraba en condición de pobreza; el 61% con algún nivel de pobreza se encontraba en la zona rural y las mujeres adultas mayores eran las que mayormente presentaban esta condición” (Rojas, Sandra. 2000) Situación de la población de 60 años y más en Costa Rica.
Una extraña paradoja: la muerte salvaguarda a quienes envejecen…
A condición de superar la etapa crítica de los 60 años, y en condiciones psico-sociales antes descritas en apretada síntesis, “ la mortalidad de los costarricenses es casi nula, durante gran parte de la vida adulta. (La salud de las personas adultas mayores en Costa Rica. Ob.cit)
También resulta un sorprendente milagro ganarle segundos, minutos, horas, días, meses y años a la vida hasta alcanzar los 60 y más años, con la mente lúcida para reconstruir y recrear, con lujo de descripciones, los acontecimientos y lugares ya lejanos de la infancia, el paso a la niñez, a la adolescencia, a la juventud, las experiencias intensas de cada momento; pero también, las circunstancias emocionales dolorosas y cómo logramos superarlas, sin morir en el intento.
Aun más impactante es constatar cómo frente a nuestros sentidos, Costa Rica va cambiando su fisonomía, su cultura, su forma de vida, cómo se deteriora su ecología, cómo la angustia y la desesperanza nos embargan la vida e hipotecan el futuro de nuestros hijos. También impresiona el salto tecnológico de más de 60 años desde la pluma de casquillo a la pluma de fuente, de la máquina de escribir a la computadora, las micro y nano-computadoras que viajan a Marte y, ¿por qué no? los celulares de todo orden, marcas, tecnología, capacidad y gustos.
Poniendo entre paréntesis las maravillas tecnológicas en el campo de la medicina, perfeccionadas con el cambio de siglo, resulta inexorable que, en el punto de inflexión de los 80 años, conforme aumenta la edad, la mortalidad crezca de manera exponencial. A los 60 años de edad por ejemplo, fallecen anualmente alrededor de 10 de cada mil personas, cifra similar a la de mortalidad infantil. Esta tasa aumenta rápidamente; y hacia los 80, el 5% de mujeres y el 7% de hombres mueren cada año.
Todos los registros estadísticos aquí reseñados revelan la existencia de un problema de implicaciones inimaginables para cuya solución, apenas se esbozan las primeras hipótesis. Y lo que podría catalogarse como un éxito del modelo costarricense de salud y bienestar, hoy más bien compromete la estabilidad económica, la paz social y hasta al mismo sistema de salud que propició tales indicadores.
En efecto, de acuerdo con CRELES - Costa Rica (Mayo 2002-abril 2007: Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable de la Fundación Wellcome Trust (…) La explosión demográfica de los adultos mayores afectará las políticas relacionadas con el seguro médico, los sistemas de atención de salud, la tecnología médica, los beneficios de pensión, los ahorros, las transferencias intergeneracionales y el combate a la pobreza. Los sistemas de salud y seguridad social en Costa Rica y América Latina no están preparados para afrontar este reto”. (ccp.ucr.ac.cr/creles/pdf/protos.pdf)
Al margen de lo aquí descrito podríamos pensar, finalmente, que el lugar y el momento del nacimiento son un asunto de suerte, que determinarán con altas probabilidades de cumplimiento, las circunstancias de nuestra muerte.
Una realidad-verdad se impone: cuando llegue el momento de mi muerte no será de vejez. Tendrá que ver la velocidad con que evolucione, se resuelva o se agrave la problemática de los adultos mayores, en su conjunto. Hasta entonces tendré sólo tres alternativas: ya enfermo, podría recibir los últimos cuidados en mi casa, junto a mis parientes; me internarían en un centro para adultos mayores, o moriré en una cama de hospital, en la más íntima soledad como es en esencia, el último adiós.

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