domingo, 1 de septiembre de 2013

DEL PERIODISMO SE SALE COMO DE UN PROSTÍBULO

SENSACIONES SOBRE EL SENSACIONALISMO PERIODÍSTICO

Luis Montoya Salas
Comunicólogo
            “Del periodismo se sale como de un prostíbulo”. “Todas esas publicaciones alimentan la  ignorancia de quienes hablan sin conocer”. “¿Qué es un periódico? Una obra efímera y sin mérito ni utilidad, cuya lectura sólo sirve para darle a las mujeres y a los tontos, vanidad sin instrucción” (P. Albert Histoire de la presse. P.15)
            Estas sentencias  de Baudelaire, Diderot y Voltaire acuñadas en la Francia del siglo XVIII también apuntan hacia la prensa “light”, sensacionalista del siglo XXI.
El periodismo sería  tan antiguo como el  ágora griega, las actas publica y diurna, romanas;  o tan sui generis,  como  las crónicas cantadas por  los trovadores de la Edad Media, ancestros en línea directa del “periodismo” espectacular y del corazón. Estos serían también, algo así como los primeros corresponsales de guerra,  pues viajan de pueblo en pueblo “socializando” las hazañas guerreras de los nobles cruzados empeñados en convertir al cristianismo a los “infieles” del Oriente Próximo. ¡A espada y fuego!  Así, satisfaciendo  la insaciable y primitiva curiosidad de la plebe, los “pseudo periodistas” de entonces convierten en   ídolos, a sus amos. 
En Occidente, el periódico aparece con el siglo XV, al tiempo que emergía  el Renacimiento;  la Reforma protestante amenaza los cimientos del poder eclesiástico, gracias a la divulgación masiva de la Biblia, impresa en la imprenta de Gutenberg; bullían los descubrimientos científicos; los viajes exploratorios a nuevos continentes enfrentaban a  naciones enteras; se construían los nuevos estados modernos, acompañados del progreso en los intercambios bancarios y comerciales.
En esta vorágine de acontecimientos  se publican  periódicos de contenido económico,  político, satírico-humorístico . Y  resulta  curioso, el  nacimiento de la prensa llamada popular. Como un artilugio para evadir el impuesto que el Estado cobra  a los periódicos de carácter político, se publican  los  “ecos” y chismes de vedetes y figuras públicas, con el estilo de  crónica. Se incluyen segmentos por entregas periódicas  de novelas famosas e historias -rosa (antecedentes de las telenovelas) que obtienen, de inmediato, la aceptación del público.
Empieza entonces, a dibujarse, una fuerte diferencia entre la prensa especializada de calidad en formato  revista  principalmente, dirigida a un público selecto, más educado, con mayor poder adquisitivo  y decisor y una  prensa popular más rentable; y por tanto, más emocional, doméstica, simplista,  llamativa  y barata, gracias al financiamiento de la publicidad.
El periodismo popular (por oposición al periodismo especializado y científico) constituye un fenómeno universal. Aunque evolucionó, de acuerdo con las estructuras económicas, las organizaciones sociales, el nivel educativo y cultural y los preceptos morales y religiosos, tanto como los conceptos de  libertad de expresión en cada nación, hasta determinar  los contenidos, funciones y orientación de sus correspondientes medios de difusión colectiva.
La primitiva tendencia de privilegiar lo emocional a lo racional  cartesiano, acompañada de la insaciable necesidad del ser humano por saber,  han cumplido un papel de primer orden en el auge de la rama periodística-empresarial del entretenimiento.
Pero tal fenómeno no surtiría efecto sin un lenguaje (impreso, radiofónico y televisual) sencillo, directo, claro, breve, conciso, provocador, atractivo, original y atrevido, de cara a las rígidas convenciones que sujetan nuestra cotidianidad.
En Costa Rica, el periodismo de evasión,  popular y sensacionalista  consolidó su notable éxito económico  a lo largo de las últimas tres décadas del siglo XX. En este sentido, sólo siguió los patrones consumistas de los  países occidentales, en correspondencia con el complejo aumento de las exigencias cotidianas de una sociedad cada vez más competitiva. 
               Hoy resulta  imposible oponerse a su existencia; menos aún, negar su necesidad social, como sostienen diferentes investigadores liderados por el francés Jean Stöetzel.
              No obstante,  hay quienes  se preguntan, si tal y como ocurre en los demás colegios profesionales con la fiscalización del ejercicio profesional de  sus  miembros, el Colegio de Periodistas juega algún rol en el control de calidad del desempeño ético profesional aplicado a  las noticias en general y al sensacionalismo periodístico, en particular.
              En asunto de tal magnitud, hace 15 años  la Sala IV declaró inconstitucional, mediante el fallo 2313-95,  la obligatoriedad de colegiarse para “ejercer el derecho de buscar, recibir y difundir información” (artículo 13 del Pacto de San José).
              Pero la ley sí obliga al Colegio de Periodistas a repensar el aporte del periodismo profesional (naturaleza, características, contenidos y estructura) con su conjunto de herramientas técnicas y conceptuales para facilitar a los ciudadanos la detección, por ejemplo, de  las estrategias persuasivas y disuasivas del sensacionalismo, dirigidas (creo yo), a ocuparnos en preocuparnos por  sentir, vivir y sufrir las vidas amplificadas de “otros”; al tiempo que nos  desvía de las pistas elementales para comprender parte esencial de  nuestra propia, personal e íntima verdad, según creo yo: “Trabajando y viviendo honestamente para ganarnos el pan nuestro de cada día en el anonimato cotidiano, hacemos, como personas individuales, el mayor aporte en la construcción del simbólico y eterno monumento que es la raza humana”. (analogonluis@yahoo.es).

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