jueves, 29 de agosto de 2013

POR LOS YUCALES DE PITAL

POR LOS YUCALES DE PITAL

Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo

            Despunta el alba, en Pital.
Decenas de niñas y niños vestidos de azul arrastran sus frágiles pies por los empedrados, polvorientos o embarrialados caminos que, de los pueblos circunvecinos, confluyen en la Escuela Clemente Marín Rodríguez.
En ese mismo instante, algunos peones aplican plaguicidas a los sembradíos de yuca y piña colindantes con la calle principal.
            Tres niños descienden de una motocicleta conducida por su madre. Ella les marca  la bendición en sus frentes. 
Siete varoncitos  brincan desde el cajón de un camión cargado de  piña.  Susana, de 12 años, lleva  a  su  hermanita de escasos 6 años en la barra de la bicicleta.  Y al filo de las 7 a.m., Ernesto, de 11 años,  entrega en el aula de materno, a sus dos gemelitas.
            254 alumnos asisten a esta  escuela, distante 2 kilómetros del centro de Pital. La mayoría no puede contener el ansia que les produce el hambre ; y cada cuanto preguntan insistentes, a las maestras, por la « hora del comedor ». En cualquier caso,  será el único alimento que prueben durante el día, siempre que la Junta de Educación reciba a tiempo el depósito electrónico de DANEA.  De lo contrario, como  acontece tantas veces, regresarán resignados a sus casas, degustando las  quemantes punzadas del hambre.
Ante la ausencia de compromiso del municipio sancarleño y de los diputados alajuelenses, los educadores,  padres de familia y vecinos resuelven como mejor pueden los problemas de infraestructura y la carestía de materiales didácticos de este centro educativo. Así, por ejemplo, el gimnasio y la segunda planta de la biblioteca del Colegio Técnico Profesional de Pital fueron construídos con aportes de la comunidad.
            Pital aporta una cuota significativa a los ¢12 mil millones anuales que exportó todo el Cantón de San Carlos el año pasado, gracias a la mano muy barata de los peones (nicaragüenses, la mayoría de ellos)  que cosechan la  piña y la yuca por hora, por caja o por bulto (para  economizar costos).
En tanto, la deteriorada red vial de este distrito sancarleño revela  una distorsión de las prioridades, tanto de la Municipalidad,  como del CONAVI. Aunque el pésimo estado de las rutas nacionales y locales encarezca el valor del producto puesto en las empacadoras…
Por otra parte, los millonarios ingresos municipales obtenidos de los impuestos no se traducen en zonas recreativas, ni en un mejoramiento de las condiciones de vida de los pitaleños.  Todo lo contrario.  La  pobreza  es tan profunda,  como el verdor de los extensos yucales y piñales y de los frondosos árboles que bordean  ríos y  quebradas. Y la droga se apodera gradualmente de todo el distrito, al mismo tiempo que se multiplica la pobreza.
            Y mientras los pitaleños ven transcurrir sus días entre juegos de naipes y tableros ; entre la monta y lazado de toros ; entre campeonatos intervecinales de fútbol ; el buceo en busca de la carpa y la tilapia y los tradicionales paseos domingueños a las pozas de ríos como el Tres amigos y el Toro (cuyo cauce estuvo desviando una poderosa compa ñía extranjera exportadora de piña), de la Clemente Marín se roban libros y electrodomésticos comprados con rifas de a ¢200 el numerito.

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