EL MEJOR MÉTODO DE HACER POLÍTICA: NO MAQUILLAR LA MENTIRA
Luis Montoya Salas
El “espíritu de los tiempos” nos indica que la forma de hacer política tradicional terminó.
Si de acuerdo con algunas teorías de la comunicación política, la imagen de un líder político se gesta mucho antes del arranque oficial de los procesos pre y electorales.
Pero no basta con llevar camino andado. Pues en asuntos electorales cualquier frase dicha al vuelo y de manera no- pertinente provoca impredecibles traspiés.
Hoy, el monstruo apocalíptico creado a partir de hipotecas “basura” por la avaricia de banqueros norteamericanos y transnacionales obliga a sustituir las frases estereotipadas de antaño por planteamientos rigurosos, propuestas creativas, mensajes comprometidos que alienten a los ciudadanos en su necesidad de salvaguardarse emocionalmente de la incertidumbre mundial. Por tanto; ahora, cuando por primera vez en nuestra historia, los costarricenses enfrentamos, con dureza y estoicismo extremos, un estado cataléptico que nos es completamente ajeno a la espera anunciada del colapso, la única opción posible de estrategia electoral es dirigir recursos materiales, humanos, cognoscitivos y tecnológicos para confortar a los electores suministrando antídotos verbales en forma de mensajes cargados de optimismo que nos protejan del miedo paralizante muy propio (como defensa primitiva) de los tiempos convulsos e inciertos de este nuevo milenio.
Resulta entonces obsoleta y onerosa, la tendencia narcisista de los precandidatos de dirigir los recursos económicos de campaña, en la construcción a partir de CERO de su figura e imagen, para lo cual también el tiempo se agotó. Antes fue Jhonny Araya con su “Quizás usted no me conoce”. Ahora, Villalta sigue la misma ruta. “Si usted no me conoce, entonces…..” En una economía de recursos y de tiempo, los candidatos deben partir de la premisa que ya existe un conocimiento previo de su figura, nombre y partido.
Cada centavo invertido en propaganda vale su peso en oro, como para desperdiciarlo en frases vagas que poco le aportan a un pueblo sediento de respuestas firmes y contundentes, en labios de quienes postulan su nombre al más alto cargo del país: la Presidencia de la República.
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