lunes, 26 de agosto de 2013

EL MEJOR CAFÉ SABE A POBREZA QUE DUELE


¿CAFÉ NEGRO? O CON LECHE…


Luis Montoya Salas
Comunicólogo


          Quizás un hogar; u otro trabajo estacionario esperan a los cogedores, luego de más de tres meses de compartir con los cafetos, su soledad.
            En los bolsillos cargan la paga; pero también, las humillaciones,  la explotación laboral y sexual (en el caso de las mujeres, a cambio de los mejores cortes cargaditos con el grano de oro) ¡Chantaje sexual!
            En Cañuelas de Naranjo, un finquero retiene a  “paisas” y ticos parte del salario ganado con sudor y sangre, para que no deserten antes de la repela, que es la última fase de la cogida.
Una señora nicaragüense de 65 años perdió 25 mil colones, porque no pudo continuar con el corte que le asignaron, en un “guindo.”
Otros estudiantes de igual nacionalidad perdieron más de 40 mil colones, porque debieron regresar a su patria para continuar estudios universitarios. De nada les valió advertirle al patrón que debían abandonar el cafetal antes de la repela… 
            Fui testigo de las condiciones dramáticas en que vivieron once cogedores de café, entre mujeres con niños de brazo, hombres, jóvenes y niños durante ocho días, en otra finca cercana a la entrada a Naranjo. Ahí, el propietario convirtió en “baches” improvisados sus caballerizas: para dormir cinco personas, tablones pegados a las paredes, sin colchones, sobre un piso e’  tierra.  Como cocina, un estañón lleno de tierra, con un hueco para calentar la comida. La ducha colectiva era otro estañón partido por la mitad y adherido a un tubo por una manguera. A la intemperie. Y los olores apestosos del excusado e’ hueco contiguo, colándose por las hendijas, impulsados por los vientos fríos del Naranjo madrugador…
            Ya en el cafetal, después de una dura jornada de 6 horas para sacarle “el jugo” a los cafetos y con las manos callosas, maltratadas y negras de tierra contaminada con insecticidas, los cogedores almorzaban sus viandas, frías. Y para saciar la sed, agua  recogida en botellitas antes de las 6:00 a.m. hora oficial de arranque de la cogida, calentada por el generoso solazo veranero del Naranjo del medio día. 
Como tampoco existen letrinas móviles, los cogedores hacían sus necesidades fisiológicas a la vista de todos, o a la sombra de alguna “mat é plátano”, agregándole excremento, orina y basura, a los fertilizantes.
            ¿Existen idénticas condiciones en otros cafetales del país? 
¿Conoce el ICAFE, esta realidad escondida entre los cafetos? ¿Está enterado el Ministerio de Trabajo sobre la existencia de prácticas como la retención anticipada de salarios devengados?
            ¿Supervisa el Ministerio de Salud el estado de los “baches” que albergan a los cogedores, la mayoría de ellos, nicaragüenses?
            ¿Saben los inspectores de trabajo que en toda la extensión de estas fincas de Naranjo no existen tomas de agua,  ni letrinas móviles para el aseo de los jornaleros?
            ¿Permite la Constitución (por vía de excepción) estas prácticas, por tratarse de trabajadores estacionarios?
O ¿intervendría la Sala Constitucional, a favor de los cogedores de café, con fundamento en los artículos 33 y 56 de la Constitución Política, que protegen contra todo tipo de discriminación y garantizan el trabajo honesto, útil, debidamente remunerado y ejercido con libertad, dignidad y contrario a la degradación de la condición humana?
            Cercana la media tarde y después de recibir el jornal según el número de cajuelas, los cogedores regresan a sus “baches”. Encienden fuego y preparan el café, negro o con leche, mientras comparten las incidencias del día, acostumbrados como están a vivir en condiciones  infrahumanas…

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