jueves, 11 de octubre de 2012

ANDANZAS Y “TORTAS” DE UN APRENDIZ A VICE-CANCILLER

La trocha del Vice-canciller

ANDANZAS Y “TORTAS” DE UN APRENDIZ A VICE-CANCILLER
         Dr. Luis Montoya Salas 
Comunicólogo

En un folclórico reino anclado en el centro del Continente americano, pelionero por naturaleza, historia,  costumbre y necedad, su rey y cohorte  tuvieron la estrafalaria iniciativa de instalar una gran barcaza  en la ribera norte del río fronterizo. Y esto lo hicieron aprovechando que, por primera vez en toda su historia, una reina accedía al trono en el país vecino.
Un río navegable y nada más los separaba; pues de tantos cientos de años de convivencia, las diferencias de nacioalidadades habían desaparecido. Y, a decir verdad, difícil resultaba distinguir a unos de otros, pues hasta parientes eran, con idéntico dejo. Y así compartían piraguas, botecitos de remos y de motor fuera de borda con los cuales zurcaban el río mediando un impuesto por derecho de paso pagado  por los usuarios del reino del sur.
Pero un  día, como sucede en todos los cuentos,  sin previo aviso aparece frente a la rivera opuesta del reino del sur, un mamotreto de gran tamaño, una draga para mejores señas que voltea toneladas de barro achocolatando aun más las oscuras aguas del río limítrofe.
Los ribereños, habitantes del reino del sur abundante en ríos revoltosos y de gran caudal,  siempre temerosos del menor amago de conflicto que amenace  su cómoda tranquilidad, parsimonia y pasividad, al ver tal portento de barco,  intuyendo la existencia de problemas, dan inmediato aviso  a las autoridades de la capital.  
Se ignora cómo describieron el mamotreto  anclado en el río, al que quizás confundieron con un monstruo,  pues la primera reacción fue de burla y desconfianza: ¿Qué habrán visto esos polonchos? ¿Con qué lo estarán confundiendo?, comentaban en las oficinas gubernamentales.  Pero para evitar algún mal rato con la prensa,  por negligencia, la policía fronteriza atravesó  ríos, trillos y montañas hasta llegar al lugar. En esta travesía tardaron 4 días.
Frente a sus ojos, en efecto,  una gran barcaza con  infraestructura de draga estaba ahí. Los marineros de la draga saludaron con canciones, porras y gestos obscenos  de los dedos a los recién llegados;  y esto ofendió el orgullo  de  tan altos funcionarios.  Al instante dieron cuenta del descubrimiento a la reina Laura, a los secretarios de Estado y al canciller en ejercicio.
El consejo del reino fue convocado con urgencia para tratar tan novedoso, extraño  e irrespetuoso acontecimiento. La prensa fue informada y al día siguiente todo el pueblo supo que la draga era el pretexto para invadir un islote de 151.6 km. cuadrados en el lugar más remoto al noreste del reino del sur.
Quienes planearon en el norte este hecho conocen de estrategia militar y sabían cómo reaccionarían los dirigentes del norte.Y así sucedió.
La reina del sur que de armas conoce lo que el el rey del norte conoce de cocina delegó la responsabilidad de este “affaire” en el canciller y su vice-canciller. Su estrategia consistió en abrir dos frentes: presentar el caso ante el más alto tribunal internacional para asuntos limítrofes y  construir  una ruta paralela al río limítrofe y eliminar, de una vez por todas, la dependencia de los ribereños de los estados de ánimo, arbitrarios,  de la milicia del norte. 
¿Qué hacer entonces?  Sobre la mesa debieron barajarse varias opiciones hasta que apareció la  de abrir una trocha. Una trocha es un camino corto, provisional, abierto en la maleza para acortar distancia.  
Sin más dilación  se firmó el decreto,  como el procedimiento administrativo más expedito y con la menor intervención posible. Y como el vice-canciller también conoce de imagen y propaganda se imaginó a su reina en las primeras páginas de los medios locales e internacionales cortando la cinta nacional y develando la placa que marcaría, para la historia, el lugar que liberó a los habitantes del lugar más alejado y olvidado del noreste del país de la maldición que los mantuvo por generaciones atados a  los remos de sus botes.
Todos los habitantes del reino del sur alabaron la iniciativa de la reina Laura. Y a como avanzaba la construcción de la trocha se abrían bares, pulperías  y pequeños comercios. El turismo fluyó, por primera vez  desde la constitución del reino,  alimentado por la curiosidad y por el deseo de mirar la belleza escénica del río que por más de 50 años ha mantenido tensas las relaciones entre los reyes de ambas naciones.
Dos años después, cuando el invierno hizo estragos en la trocha y salió a la superficie la estafa, el engaño, la traición, la burla  cometida por  unos pocos, se rompió el espejismo y terminó  el enamoramiento de los súbditos con su reina, según lo recogieron las encuestas de aquella época. Y en su lugar, el pueblo entero debió sufir la burla y la humillación mundiales.
Y mientras los ribereños oían el ruido de las sierras, los tractores y camiones rompiendo selva y cargando tierra y arena, también escuchaban,  de fondo, una tonadilla musical, cual himno de los inteligentes empresarios que supieron sacar provecho de un decreto ejecutivo firmado en el calor de un conflicto ridículo y revanchista, al tiempo que hacían añicos el principal logro material y político de la reina del sur.
Esta canción se tituló así:
 LA TROCHA MOCHA, MALDITA Y ESTRECHA

Tranquilos y felices estamos los contratistas,
pues con la trocha hemos burlado a los autistas
de un gobierno lleno de oportunistas,
que saben cómo y dónde manejar las aristas.

Lleno al tope mi gran camión con arena
y lo llevo a donde se me antoja;
aprovechando la avaricia floja
de líderes comunales que sí dan pena.

Con eficacia, agresividad y maldad
árbol que estorba lo arrancamos.
pues solitos estamos en esta inmensidad
con sierras, tractores y cadenas, así andamos.  

Qué listos somos los contratistas
que con nuestra experiencia olemos el chorizo;
basta con estar en las listas
del MOPT, del CONAVI y de políticos de primer piso.

Los contratistas somos arriesgados y caras dura 
pues con ser dueños tan solo de un carretillo,
llenamos nuestros bolsillos sin manchar de caca el calzoncillo,
sabiendo que en este país, la ley tres días no perdura.

Y como el pueblo tico es tan idiota
que solo se llena la jeta con quejumbre
que se bañen desde ahora en herrumbre.
Pues de este asunto de la trocha, ni siquiera, una jota.

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