Siempre me fascinó el psicoanálisis. No soy sicoanalista, ni sicólogo de profesión. Pero he tenido tantas horas de soledad y tantas pero tantas preguntas qué formularme, en ese acto de introspección propio del psicoanálisis, que aprendí de él casi por necesidad, por ósmosis y por tendencia natural. Profundicé estos conocimientos con los excelentes cursos recibidos de Enrico Fulchignoni en el Instituto Francés de Prensa de La Sorbona, cuando recibía su materia sobre la imagen. La imagen me cautivó tanto como el psicoanálisis. Parecieran ser tan cercanos, el yo, la imagen, el espejo. Ahí aprendí, como por instinto que la imagen sería lo mío. Hasta la fecha. Mi tesina de sociología versó sobre la imagen de la rue de Saint Denis, la calle de la fascinante vida erótica y pornográfica de París. Ahí realicé mis primeras fotografías en blanco y negro, de sus portes, bellamente decoradas tratando de sobreponerse al crecimiento desmedido de las petites maisons con sus altos e indeseables aportes de hordure, basura acumulada por las aceras, a unos pocos kilómetros de la emblemática Tour Eiffel. Ahí también realicé mi primer trabajo verdaderamente creativo sobre el PP de la imagen fija en la televisión francesa. Y así, de pronto, guiado por alguna fuerza invisible experimentaba en el entorno parisino, sólo, con mi Pentax, mis ideas, mis preocupaciones y esa gran capacidad para asombrarme de las cosas más insignificantes. Por esos días en mi yo interior no le pertenecía a nadie más que a mí mismo. No le daba cuentas a la Universidad ni a la ECCC, solo entregaba, al final del año un informe administrativo de notas.
Así fui aprendiendo la teoría del yo espejo. En su esencia está el fenómeno del narcisismo, ese amor a sí mismo que se agota, desaparece en la autodestrucción y que se desliza del placer que lleva a todos los excesos, hasta el principio de realidad, el freno social de la represión con su gran premio de éxito a la medida de nuestra capacidad para adaptarnos a nuestros entornos. El yo espejo somos todo y todos. La vanidad, cómo nos vemos, cómo nos ven, nuestro orgullo, la negación y el rechazo del otro, a menos que ese otro sirva a nuestros intereses. El yo espejo es la fascinación por ver más allá de las apariencias, aunque estas nos resulten imprescindibles para comprender el yo trascendente. Es el yo espejo, la comunicación llevada a su máximo clímax. La contemplación de mi ser que se funde con el espejo dándole vida a la figura proyectada.
analogoncomunica.blogspot.com desaparecerá por varias razones: la primera, porque ya se le había cumplido su ciclo; o porque yo manipulé el software a propósito para hacerlo desaparecer; o porque este otro blog presionaba desde lo muy profundo de mi inconsciente para emerger y hacer valer su propósito.
Desde luego, será la oportunidad para trasladar toda la información que coloqué en el analogoncomunica para este otro blog. Quizás logre complementarlo con otras secciones, ordenarlo temáticamente, no sé, darle alguna secuencia. Quizás, tal vez sea un espacio de breves reflexiones, de circunstancias y de tiempo. O un pretexto para continuar exhibiéndome en el espejo y utilizo a mis lectores como refractarios cromáticos de mis ansiedades.
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