jueves, 30 de enero de 2014

EL EDITORIAL DE LA NACIÓN Y LA TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN

LA NACIÓN JUSTIFICA Y EXPLICA LO QUE ES UNA VERDAD A VOCES: LAS ENCUESTAS SON IMPRECISAS, POR DEFINICIÓN.

Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo

LUEGO, SI PUEDEN DEJAR DE PUBLICARSE, SIN QUE NADA CAMBIE, ¿PARA QUÉ ENTONCES PUBLICARLAS, A MENOS QUE EXISTA ALGUNA INTENCIÓN, CALIFICADA POR LA NACIÓN MISMA COMO “TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN”?

De una manera inusual, La Nación publicó dos editoriales para justificar la no publicación de la última encuesta autorizada por el TSE, a tres días de las elecciones.
Extraigo algunos segmentos y agrego algunos comentarios.

Editorial
La Nación del 28 de enero de 2014
1.     La semana pasada, La Nación comunicó a la empresa encuestadora Unimer su decisión de cancelar un último estudio de opinión sobre el clima electoral. “La decisión responde a nuestra convicción de que, en las especiales circunstancias de esta elección, poco aportaríamos al proceso cívico y mucho a la especulación malintencionada”.
Comentario: ¿Qué de “particulares” tienen estas elecciones como para obligar a La Nación a cancelar la publicación de esta encuesta?
2.     “Estudios de procesos electorales recientes demuestran la tendencia de los indecisos a definirse en los últimos días y hasta en la fila de votación”.
Comentario: Esta afirmación no es cierta. Es verdad de Perogrullo que los indecisos, por definición, se deciden en el último momento. Por esta razón son indecisos.
3.     Publicaríamos, entonces, datos con más de una semana de añejamiento en relación con la fecha de las elecciones y con muchos votantes indecisos. Tres días más tarde, la votación necesariamente contrastaría con los resultados de la encuesta.
Comentario: Alain Touraine, eminente sociólogo francés : (…) « El encuestador es un personaje desconocido y extraño al medio de trabajo o habitat del entrevistado ; y las preguntas que formula, así como la correspondiente reflexión están lejanas del medio y de los problemas cotidianos del segundo ; por lo general, no coinciden los intereses de las empresas encuestadoras, con los de los encuestados » Y añade : «  Conviene no dejarse llevar por la impresión de verdad inmanente que le confieren la representatividad estadísticamente probada de las muestras consultadas » (Javeau, Claude : L’enquete par questionnaire. Manuel à l’usage du praticien. Editions de l’Université de Bruxelles. Belgique, P. 7)
4.     La poca cultura nacional sobre encuestas, en buena parte promovida por políticos que aplauden o censuran según los resultados, así como la confusión creada por la pluralidad de casas encuestadoras y metodologías, no todas tan rigurosas como la de Unimer, crean un campo fértil para las teorías de la conspiración y la maledicencia.
Comentario: La escasa cultura no es responsabilidad de los políticos, sino de los medios de difusión colectiva que la asumen como verdad absoluta, cuando son simples estadísticas revestidas de una aureola de verdad.
5.     Encuestas recientes, publicadas por varias firmas e instituciones, entre ellas la respetada Universidad de Costa Rica, revelan un descenso en la cantidad de indecisos, pero todavía superan el 21%. A la fecha de nuestra decisión, contábamos con la última encuesta de Unimer, que los ubicaba en las cercanías del 40%, si bien los datos son hoy demasiado añejos para pensar que la situación no haya variado.
Comentario: Igual argumento que para el párrafo 3 anterior.
6.     En las circunstancias de esta elección, no vimos la utilidad de publicar un resultado a solo tres días de que las urnas despejaran las dudas. No importa cuál fuera ese resultado, uno o varios de los bandos en disputa le darían una interpretación torcida, como viene sucediendo en los últimos meses. Y eso, a las puertas del dato definitivo y contundente del domingo.
Comentario: ¿Por qué echarle la culpa a los torcidos (izquierdistas?) cuando los resultados lo son por la naturaleza misma de las encuestas?
7.     En 1998, cuando también se decidió no publicar la encuesta final por circunstancias propias de ese proceso.
Comentario: Paradójicamente, ese año Las elecciones presidenciales de Costa Rica de 1998 fueron realizadas el domingo 1 de febrero de 1998 resultando electo Miguel Ángel Rodríguez Echeverría del Partido Unidad Social Cristiana con el 46.9% por sobre su rival José Miguel Corrales Bolaños del Partido Liberación Nacional que obtuvo 44.4%. En este año, las encuestas daban como ganador a Miguel Ángel Rodríguez por un alto margen. No obstante, apenas si ganó por 33,326 votos.
8.     Preferimos exponer las buenas razones de nuestra decisión que salir a explicarle, a quien no quiere entender, la inevitable discrepancia entre las urnas y los resultados obtenidos en el campo una semana antes de las elecciones y publicados a tres días de las votaciones.
Comentario:  Nuevamente se demuestra la volatilidad de las encuestas.
Las encuestas, hay que entenderlo de una vez por todas, son un retrato del momento en que se recogen los datos, no una bola de cristal para adivinar el futuro. Es obvio que habrá diferencia entre el día en que un 40% de los electores no se había decidido y el día en que todos nos vimos obligados a decidir.

Editorial del 29 de enero de 2014
Teorías de la conspiración
Actualizado el 29 de enero de 2014 a: 12:00 a.m.
1.a.      De pronto, entre los sectores proclives a desmerecer la credibilidad de las encuestas publicadas por La Nación surge una fe ciega en sus resultados. Este diario, por razones explicadas con claridad en el editorial de ayer, decidió cancelar el último sondeo preelectoral. Ahora no falta quien diga que la medida no obedece a los motivos expuestos con toda transparencia, sino al deseo de mantener oculto determinado resultado.
Sin comentarios.
2.a.      En todos los casos, la información no publicada habría favorecido a la tendencia política de quien formula la crítica, no importa su orientación ideológica. Pero ¿no era que manipulamos las encuestas? Si así fuera, no habría motivo para cancelar el estudio. Habría, más bien, motivo para publicarlo con los datos que mejor se nos acomodaran.
Comentario:  La frase “en todos los casos, la información no publicada habría favorecido a la tendencia política de quien formula la crítica” sugiere que La Nación sí conocía los datos de la encuesta no publicada.
3.a.      Es imposible sostener las dos cosas al mismo tiempo. Si no mintieran cuando nos acusan de manipular los datos, no tendría sentido acusarnos de no publicar una encuesta porque los datos no nos complacen. Así de estúpidas son las teorías de la conspiración.
Comentario:  Pues sí es posible. Cada bando tiene su propia verdad.
4.a.      Ahora resulta, además, que la fe depositada en nuestras encuestas por sus detractores es tanta que están ciegos al resultado de cualquier otro estudio. Hay encuestas cuyos números no favorecen a quienes nos critican. Al parecer, esperarían resultados más halagüeños de nuestra parte. Pero ¿no somos nosotros quienes manipulamos los datos en su contra? Así de hipócritas pueden ser algunos políticos.
Comentario: Me parece superficial la posición de La Nación. Quienes estudiamos las encuestas comparamos datos y les damos seguimiento en el tiempo. Y creo tener el derecho de utilizar unas y otras para establecer mis propias conclusiones.
5.a.      Si los resultados de esos estudios no les complacen y esperan mejor fortuna con los nuestros, aceptarán, cuando menos, que unos u otros están equivocados. Distintos resultados no pueden ser, al mismo tiempo, ciertos. Confían tanto en los nuestros que, si decidimos cancelar la encuesta, temen perderse una medición más justa, pero eso no les impide ponerla en duda, una vez publicada.
Comentario:  Los resultados de las encuestas, independientemente de la casa encuestadora revelan la radiografía de sus propias muestras, metodologías, preguntas formuladas, calidad de los encuestadores, etc.
6.a.      Imagine el lector cualquier resultado de una encuesta publicada por La Nación a tres días de las elecciones, en medio del ambiente inusualmente crispado del actual proceso. No es difícil hacerlo. Ponga adelante al candidato de su preferencia o, más bien, al aspirante por el cual jamás votaría. Ahora, intente imaginar, con cualquiera de esos resultados, una pacífica aceptación de los datos, sin teorías de la conspiración u otras falsedades. Eso es imposible. A la misma conclusión llegó este diario.
Comentario:  Son riesgos que corren tanto La Nación, como la empresa UNIMER.
7.a.      El lunes conoceremos los resultados de la elección. Como solo hay un determinado número de votantes, a algunos partidos les irá mejor y a otros peor. Como no todos verán colmadas sus esperanzas, muchos o quizá todos los teóricos de la conspiración se verán desmentidos. No podrán decir que una encuesta de La Nación influyó en los resultados y tampoco podrán justificar por qué esperaban de ese sondeo un dato distinto del obtenido en las urnas.
Sin comentarios.
8.a.      Nuestras encuestas vienen dando cuenta de un alto porcentaje de votantes indecisos y los estudios de procesos electorales recientes demuestran la tendencia de ese sector del electorado a definirse en los últimos días y hasta en el momento mismo de la votación. La veda a la publicación de encuestas en los últimos días del proceso electoral nos obligaría a publicar hoy miércoles, tres días antes de la votación. Para hacerlo, el trabajo de campo debía cerrar el viernes, con tiempo suficiente para procesar los datos y redactar la información. Publicaríamos, entonces, datos con más de una semana de añejamiento en relación con la fecha de las elecciones y con muchos votantes indecisos. Tres días más tarde, los teóricos de la conspiración nos reclamarían la inevitable diferencia entre los resultados del sondeo y el dato definitivo de las urnas, sobre todo si los indecisos se inclinan mayoritariamente en una dirección. Nos adjudicarían, además, la intención de influir en los resultados. Las encuestas pueden medir tendencias, pero no adivinar la futura preferencia de los indecisos.
Comentario: Esto ya fue explicado anteriormente, pues es una reiteración de argumentos del editorial anterior, algo inusual en un editorial.
9.a       Por eso decidimos, en las particulares circunstancias de esta elección, abstenernos de publicar un último sondeo, apenas tres días antes de la apertura de las urnas. Como lo informamos ayer, nunca conocimos el resultado, precisamente para evitar suspicacias. Los teóricos de la conspiración no pueden aceptar ese hecho. Hacerlo los obligaría a reconocer nuestra integridad. Prefieren, entonces, olvidar sus anteriores cargos de manipulación para decir, ahora sí, que nuestras encuestas son buenas, que las manejamos con integridad y que preferimos no publicarlas antes de tocar un solo dato. ¿En qué quedamos?
Comentario: Es sorprendente que La Nación se justifique de esta manera. ¿Ante quién lo hace? ¿Con qué propósitos? Sin duda veremos cambios inauditos a lo interno de la política y línea editorial de este periódico.
10.a     El mundo de la teoría de la conspiración es perfecto, se encierra en su propia lógica y acomoda los postulados como mejor le convenga. Como nadie le pide cuentas, hoy sostiene una cosa y mañana otra, totalmente contradictoria. Frente a esa maledicencia, solo nos queda afirmar, con orgullo, nuestro compromiso con la verdad.
 

Comentario: La teoría de la conspiración es una realidad debidamente documentada a la cual no debemos cerrar los ojos ni subestimar. Por el contrario, debemos internarnos en sus profundas complejidades.

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