Respuesta editorial del Yoespejo a La Nación
HEHO INSÓLITO, INÉDITO EN LA NACIÓN
Quienes por vicio, vocación o simple curiosidad académica seguimos el devenir de la comunicación política en nuestro país, no podemos dejar pasar inadvertida la decisión insólita, extraña, inédita adoptada por La Nación de justificar, mediante un editorial, la no publicación de los resultados de la última encuesta de Unimer prevista para el miércoles 29 de enero recién pasado.
Como empresa, La Nación tiene potestad para decidir qué publica. También le asiste el derecho de dar o no explicaciones de sus actos.
En el mejor de los casos, un solo editorial habría bastado para cerrar el capítulo. ¿Pero dos editoriales seguidos, sobre lo mismo y con el mismo contenido? Esto sí se convierte en una gran noticia: “LA NACIÓN JUSTIFICA AUTOCENSURA ANTE NO PUBLICACIÓN DE ENCUESTA”.
Repasemos rápidamente el contexto:
Los costarricenses estamos acostumbrados a las encuestas, que aumentan durante los procesos electorales. Forman parte del paisaje electoral. Mejor aún. Sabemos que estamos en campaña política, entre otros ingredientes, por las encuestas.
Resulta improcedente asumir “a priori”, como lo justifica el editorial de LA NACIÓN, que su publicación, a escasos tres días de las votaciones, incidiría inexorablemente sobre la intención del voto. Así sería, si se publica una encuesta inesperada, como sucedió en las elecciones de 1998, cuando Telenoticias, dirigido por Guillermo Fernández publicó sin justificación, ni explicación, ni tradición, peor aún, violentando la ley electoral, los resultados de una encuesta de CID GALLUP a las 3:30 p.m. como avance noticioso según la cual Miguel Ángel Rodríguez superaba a José Miguel Corrales por un 10% de intención de voto. La realidad se volteó en contra de CID-GALLUP y Rodríguez ganó por apenas 32.000 votos.
Una encuesta reúne todos los ingredientes noticiosos, en razón de su valor estadístico. Más noticia es cuanto más difieren los resultados entre casas encuestadoras.
Por otra parte, para La Nación es claro que: “Las encuestas, hay que entenderlo de una vez por todas, son un retrato del momento en que se recogen los datos, no una bola de cristal para adivinar el futuro”.
Al realizar una lectura atenta de los dos editoriales se observa un estilo al que La Nación no nos tiene acostumbrados: estructura lógica, coherente, hilvanada, consistente y fundamentada en el razonamiento deductivo: es decir, las exigencias de la retórica estructural. Ambos editoriales, por el contrario, parecieran ser la autoría de una persona desconocedora de las artes de la escritura puntillosa que cimenta la imagen de seriedad y acuciosa responsabilidad, sello incuestionable del prestigio de La Nación.
Las explicaciones camufladas de teorías de conspiración, asociadas con opiniones devaluadas por el origen de sus fuentes (dirigentes de partidos políticos contestatarios, disfuncionales) no son de recibo, pues nunca antes han preocupado a La Nación, porque tampoco han amenazado sus intereses empresariales.
Por lo demás. Encontramos en los dos editoriales, la confluencia de la política editorial, resorte exclusivo de la Junta Directiva que responde a los intereses económico-empresariales con la línea editorial, responsable de guiar “la conducta” moral de la sociedad costarricense en la línea del respeto y estabilidad del “stablishment”.
Los indicadores difusos y controvertidos de los dos editoriales nos dan licencia para especular.
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