jueves, 29 de agosto de 2019

LAS PALABRAS ESTÁN EN EL CEREBO ANTES QUE EN NUESTROS LABIOS


ANTES QUE EN LOS LABIOS, LAS PALABRAS ESTUVIERON EN EL CEREBRO. Y LA AMÍGDALA ES LA RESPONSABLE DE ALGUNOS RESULTADOS.


ANDRÉS ROSALES GARCÍA EL TIEMPO DE BOGOTÁ /GDA 12:00 A.M. 19/11/2012 
José Saramago, el fallecido Premio Nobel de Literatura, dijo en el 2004 que las palabras no son ni inocentes ni impunes. “Hay que decirlas y pensarlas en forma consciente”. 

Mark Waldman y Andrew  Newberg psiquiatras y profesores de las universidades de California y Thomas Jefferson exploraron cual es el poder de las palabras y su impacto en el cerebro.
Publicaron su investigación sobre el tema en un libro titulado “ Las palabras pueden cambiar tu cerebro. En él reflexionan sobre las cargas de las palabras negativas y positivas y explican por ejemplo que cuando se escucha la palabra “no” al comienzo de un diálogo el cerebro empieza a liberar cortisol la hormona del estrés y la que nos pone en alerta.
Por el contrario,  cuando escuchamos un “sí” se activa una liberación de dopamina la hormona de la recompensa y el bienestar.
Leonardo palacios, neurólogo de la Universidad del Rosario asegura que toda expresión hablada sea positiva o negativa produce una descarga emocional desde el cerebro: 
una palabra negativa o insultante activa la amígdala estructura del cerebro vinculada a las alertas y genera una sensación de malestar, ansiedad o ira y es ahí donde la persona tiene dos posibilidades responder de una manera similar (incluso con una agresión física) o actuar con indiferencia, acudiendo a la razón.
Las palabras positivas o estimulantes son asimiladas por el hemisferio derecho del cerebro, que es el de las emociones por lo tanto van a generar placer sorpresa y alegría. Sin embargo,  aclara Palacios todo depende del tono el volumen y el contexto  “hasta la ofensa más horrible puede ser asimilada si se dice en tono suave y amable” comunicarse mejor.
Ariel Alarcón Prada psicoanalista y líder de un programa para la reducción del estrés afirma que antes que analizar las palabras hay que revisar los procesos mentales y emocionales que las producen pues aquellas son una consecuencia final. La persona siente una emoción, la procesa internamente y luego escoge una palabra para denominar una emoción, y la comunica. Y ese proceso, es inconsciente. Lo realmente importante es analizar el estado emocional de las personas y el porqué de la amargura o agresividad que las lleva a usar malas palabras. es decir, tienen que buscar una reparación emocional para que puedan comunicarse mejor.


La amígdala es una especie de botón de emergencia de nuestro cerebro. 
Si nos acecha un peligro inminente, este núcleo activa una señal que reenvía inmediatamente al resto del cuerpo. 
En ocasiones, el sistema es capaz de activar la respuesta antes de que seamos conscientes del peligro. “En algunos experimentos “ se presentan estímulos subliminales y la amígdala dispara respuestas fisiológicas como la sudoración en las manos, sin que el sujeto sea consciente de lo que le está asustando”.
Dónde nace el miedo? ¿Cómo reacciona nuestro cerebro ante una situación de pánico? ¿Podremos controlar algún día las fobias irracionales? Dos recientes estudios desentrañan el funcionamiento de estos procesos en un pequeño órgano conocido como amígdala, pero en los seres humanos el proceso es especialmente complejo y fascinante.

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