martes, 26 de marzo de 2013

La Semana Santa y el Miserere, en el Hospicio de Huérfanos


La Semana Santa o Mayor, como también se le conoce es propicia para recuperar recuerdos de hace unos 59  años, cuando a la edad de 7 años ya pertenecía al coro del Hospicio de Huérfanos de Aranjuez, en San José. Durante varios meses ensayábamos las obras que se interpretarían durante el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección.

En este blog existe la rana Miserere que es como mi mascota imaginaria. En una ocasión me pregunté  por qué este nombre. Busqué en Internet su significado y me apareció la obra Miserere escrita por el músico italiano Allegre  La escuché y cuál fue mi sorpresa. Esta obra la interpretábamos en el coro del Hospicio para la Semana Santa.

Hoy, 59 años después escucho esta obra y me transporto a la capilla del Hospicio iluminada tan solo con el cirio pascual y las candelas de los feligreses. El altar mayor está todo cubierto con un manto morado, que es el color del duelo en la iglesia católica. De igual manera todos los santos tienen una larga capucha morada. También las estaciones del vía crucis El coro es de madera y se encuentra al lado opuesto del altar mayor, en una especie de mezanine.  Abajo,  las hermanas de la caridad, encargadas del hospicio exigen que caminemos con pies de plomo para no distraerlas de sus oraciones.  La matraca de madera ha sustituido temporalmente a  las campanillas que suenan cuando el sacerdote levanta la hostia. El incienso  inunda con su olor a santidad toda la capilla mientras el humo que sale  del vaivén del incensario  se asemeja a  una neblina fantasmagórica debido a la luz de las candelas que, paradójicamente crea un  ambiente de profundo recogimiento.

Hoy utilizo el incienso con propósitos místicos y de meditación. Son resabios en  mis recuerdos de la combinación del  olor a incienso con  la dominante de notas agudas y su cadencia, lenta, de notas largas sostenidas, más el diálogo místico del oficiante con el coro, desde  el altar mayor  al coro y así sucesivamente, en una especie de conexión invisible, por encima de todos los feligreses.

Durante la Semana Mayor,  la capilla estaba a reventar para escuchar el Miserere interpretado por el coro del hospicio y vivir intensamente el  ambiente de religiosidad de la mayor pureza y escuchar la voz privilegiada de Daniel, el niño que  hacía el solo de las notas altas y nos ponía la piel de gallina, de la emoción que  provocaba su voz.

Todos los oficios eran en latín y las obras que interpretábamos de memoria, también. Como el Credo, el pater nostre, el ave maría, etc. Etc. Eran  tiempos de santidad, de ingenua paz, de caminos trazados y órdenes para cumplir. Vivíamos a expensas de las necesidades de las hermanas de la caridad. Y nosotros debíamos pedir en nuestra oraciones por más benefactores. Y la Semana Santa era generosa en la cosecha de estos frutos, gracias, en gran medida a la interpretación a capella, del Miserere Mei, Deus. Amén  

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