La Semana Santa o Mayor, como también se le conoce es
propicia para recuperar recuerdos de hace unos 59 años, cuando a la edad de 7 años ya pertenecía
al coro del Hospicio de Huérfanos de Aranjuez, en San José. Durante varios
meses ensayábamos las obras que se interpretarían durante el Viernes Santo y el
Domingo de Resurrección.
En este blog existe la rana Miserere que es como mi mascota
imaginaria. En una ocasión me pregunté por qué este nombre. Busqué en Internet su
significado y me apareció la obra Miserere escrita por el músico italiano Allegre La escuché y cuál fue mi sorpresa. Esta obra
la interpretábamos en el coro del Hospicio para la Semana Santa.
Hoy, 59 años después escucho esta obra y me transporto a la
capilla del Hospicio iluminada tan solo con el cirio pascual y las candelas de
los feligreses. El altar mayor está todo cubierto con un manto morado, que es
el color del duelo en la iglesia católica. De igual manera todos los santos
tienen una larga capucha morada. También las estaciones del vía crucis El coro es
de madera y se encuentra al lado opuesto del altar mayor, en una especie de
mezanine. Abajo, las hermanas de la caridad, encargadas del
hospicio exigen que caminemos con pies de plomo para no distraerlas de sus
oraciones. La matraca de madera ha
sustituido temporalmente a las
campanillas que suenan cuando el sacerdote levanta la hostia. El incienso inunda con su olor a santidad toda la capilla
mientras el humo que sale del vaivén del
incensario se asemeja a una neblina fantasmagórica debido a la luz de
las candelas que, paradójicamente crea un ambiente de profundo recogimiento.
Hoy utilizo el incienso con propósitos místicos y de
meditación. Son resabios en mis
recuerdos de la combinación del olor a
incienso con la dominante de notas
agudas y su cadencia, lenta, de notas largas sostenidas, más el diálogo místico
del oficiante con el coro, desde el
altar mayor al coro y así sucesivamente,
en una especie de conexión invisible, por encima de todos los feligreses.
Durante la Semana Mayor, la capilla estaba a reventar para escuchar el
Miserere interpretado por el coro del hospicio y vivir intensamente el ambiente de religiosidad de la mayor pureza y
escuchar la voz privilegiada de Daniel, el niño que hacía el solo de las notas altas y nos ponía la
piel de gallina, de la emoción que
provocaba su voz.
Todos los oficios eran en latín y las obras que
interpretábamos de memoria, también. Como el Credo, el pater nostre, el ave
maría, etc. Etc. Eran tiempos de
santidad, de ingenua paz, de caminos trazados y órdenes para cumplir. Vivíamos
a expensas de las necesidades de las hermanas de la caridad. Y nosotros
debíamos pedir en nuestra oraciones por más benefactores. Y la Semana Santa era
generosa en la cosecha de estos frutos, gracias, en gran medida a la
interpretación a capella, del Miserere Mei, Deus. Amén
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