Mis queridos amigos y amigas, el 11 de diciembre recién pasado serví de mediador entre los padrinos y madrinas que aceptaron de buen corazón mi petición para que 43 niñas y niños de la Escuela San Gabriel de Upala disfrutaran, por primera vez, de una fiesta navideña, al final del año lectivo.
El gozo, la alegría no cabían en el ánimo de los chicos que lo expresaban corriendo por toda la escuela y comentando el acontecimiento sin reprimirse nada. Con esto contagiaban a las maestras quienes en los 43 años de existencia de la Escuela de San Gabriel, nunca habían logrado regalarles a sus alumnos una fiesta de tal magnitud.
Me impresionó que los niños se sorprendieran porque gente de San José se acordaba de ellos, como si los conocieran de algún tiempo atrás. Los chicos se sintieron halagados de saberse importantes al punto que desde tan lejos, les enviaran a cada uno, personalmente, un regalito. Tal era la emoción que emanaba de este lugar, que resultaba difícil saber para quién era la celebración. Si para los niños o para las maestras. A tal extremo que nos dedicaron bailes típicos y bailes populares.
Para mí resultó un momento de gran espiritualidad gracias a la contagiosa gratitud de niños y maestras.
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