domingo, 26 de mayo de 2013

La pobreza sí que duele.

La pobreza ¡sí que duele!
Upala ofrece al estadístico altos índices de miseria humana

Luis Montoya Salas Comunicólogo (analogonluis@yahoo.es). 12:00 a.m. La Nación 01/01/2012
Más de 120 bares se encuentran diseminados por la geografía upaleña, de 1.580 km² . En sus karaokes, algunas veces se escucha: “La distancia entre los dos es cada día más grande”. Es la primera estrofa de “La retirada”, bolero-ranchero del cantante mexicano Javier Solís (qdDg).
Upala dista 238 km de la capital. Es una tierra bendecida por abundantes lluvias que alimentan los caudales de más de 30 ríos, fertilizando tierras codiciadas por piñeros, ganaderos, yuqueros, frijoleros, madereros y sembradores de cítricos que desforestan sin miramientos ni misericordia sus tierras. Es el cantón 13 de la provincia de Alajuela y fue creado el 17 de marzo de 1970.
A las 4:00 a. m. sale el primer bus hacia San José y su recorrido tarda más de 4 horas. A esa hora, solo escucho el murmullo del río Chimurria y mi propio jadeo subiendo la cuesta que se vuelve más resbaladiza con las constantes lluvias, pues los 300 metros que me separan de la carretera nacional hacia San Carlos fueron destruidos meses atrás, para enterrar la tubería del acueducto.
Hace apenas 5 años, a la misma hora cantaban los gallos; y en los hogares se preparaba la comida de los trabajadores que se dirigían al campo. Hoy, la mano de obra escasea y gran parte de la gente debe buscar cualquier trabajito para sobrevivir.
Las diferencias (en el imaginario colectivo) ciudad- zona rural se han acrecentado, con la complicidad de los telenoticiarios, principalmente. Baste con oír los comentarios acerca del estado del tiempo: “Esperamos pronto los días soleados en el Valle Central para guardar los paraguas”. Todo pasa como si Costa Rica solo fuera el Valle Central. Ahí acontece todo. Y en las zonas rurales marginales, sólo las malas noticias.
Y cuando los periodistas miden huecos en las calles josefinas y denuncian alcantarillas taqueadas de basura, comparo esas minucias con el estado intransitable en que se encuentran los 45 km de la carretera nacional Upala-Caño Negro debidamente pavimentada, según la publicidad de algunas agencias turísticas.
En medio de la indiferencia generalizada que provoca la Upala, distante y olvidada, una voz reconoce las implicaciones de tal desinterés: “La coincidencia entre las bajas promociones en el bachillerato y la geografía más castigada por la pobreza es absoluta” (Editorial de La Nación del 20/10/2010).Y agrega: “Las desigualdades económicas entre el Valle Central y regiones como Limón, Aguirre y Upala son profundas y responden a razones incubadas a lo largo de nuestra historia. La persistencia de iniquidades educativas es una fórmula segura para perpetuarlas”.
En Náhuatl, Upala significa "casa grande cerca de río”, “casas alrededor de los ríos” y “sobre el río de hule”. (Wikipedia). Y en hindú se traduce por “piedra preciosa”.
Por encima de las definiciones, gravita una realidad innegable: Upala ofrece al estadístico altos índices de miseria humana: niñas contagiadas de sida y madres solteras preñadas antes de sus 15 años; ausencia de compromiso institucional por parte de las más necesarias en esta zona, como la Municipalidad, el IDA, el PANI, el MEP, y niveles subterráneos de corrupción con tráfico de influencias, difíciles, si no imposibles de demostrar; altos niveles de explotación de la mano de obra ignorante y ausentismo laboral causado por el alcoholismo; caminos que, de abandonados, retrocedieron a los tiempos de las carretas, con el consiguiente destrozo vehicular.
Cuando me preguntan qué estoy haciendo en este rincón perdido en medio de la nada, miro en retrospectiva mis años de citadino, con comodidades y servicios a un dedo de distancia. Y casi sin percatarme, percibo apenas y aprendo, cuánto duele la pobreza: ¿cómo sobreviven, mis hermanos upaleños, con guineas, tubérculos y frijoles, cuando la lluvia no los pudre? Y en la mirada inocente y vacía de esperanzas de 19 niños de la escuela uni-docente Sector Barrantes, que llegan a estudiar con el barro hasta la pantorrilla, el dolor del ¿por qué? se agudiza cuando comparo su ignorancia y marginación con los brutales cambios mundiales que están sucediendo allende su comunidad, de 13 casitas.
Esta es Upala, en la otra frontera. Un rincón paradisíaco, que pierde su belleza escénica por la rapiña de la desforestación; y el candor, por la delincuencia exportada de la capital, gracias a políticas que trasladan la miseria urbano-marginal josefina hacia zonas rurales, como esta “preciosa joya”.




martes, 7 de mayo de 2013

LIBERTAD DE EXPRESIÓN: REALIDAD MUTILADA

Portada
Secciones
Archivo
Oficina de Comunicación
Links

 
  Campus Digital Mayo 2013
Libertad de expresión: la humanidad mutilada
Luis Montoya Salas (*)/ Para CAMPUSanalogonluis@yahoo.es
En los inicios del siglo XXI, la libertad de expresión ha devenido en un “cliché”, un “arquetipo”, un ideal, imposible de materializarse en toda su extensión. Resulta más compleja que sus enunciados plasmados en dos documentos de trascendencia mundial: la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, cuyo artículo 19 sostiene: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; (...) sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. También, la Declaración de principios sobre la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que promulga en su primer principio: “La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas (…)”.

Este deseo universal pareciera tautológico. El potencial humano para la expresión nace con el verbo y sus habilidades, destrezas, actitudes y aptitudes. Consecuentemente, debería ser un hecho fáctico, per se. Como es el acto que realizamos espontáneamente llamado comunicación: nadie puede impedirla. Puede el Poder reducirla, cercenarla, condicionarla, pero nunca acallarla. Salvo con la muerte.

Lo que sí no ha sido tan obvio es reivindicar otro derecho, que lo antecede: el libre albedrío. Y constituye un derecho porque solo podemos expresarnos en libertad, cuando somos plenamente conscientes de nuestro libre albedrío. Debemos saber qué es y cómo se ejerce. Para que esta condición sea percibida y evidenciada debemos contar con la información pertinente y oportuna. No obstante, esta información clasificada y codificada con la cual se toman las grandes decisiones económicas y políticas en el ámbito planetario circula, solamente, en los exclusivos centros del poder mundial. Para camuflarla e impedir la consciencia de su existencia, las empresas difusoras de noticias buscan ocuparnos en preocuparnos por consumir lo accesorio maquillado de concreción y enchufado al gran mercado de la evasión-distracción-entretenimiento. Estos tres componentes dominan el universo informativo de los medios, en sí mismos y alimentados por las noticias del espectáculo.

Ahora bien, desde los tempranos intercambios de mercancías en la ideología occidental, el capital reivindicó para sí el principio de la libre empresa y le impuso el sello de la libre expresión. Esto da como resultado, residuos de información que, en forma de noticias, alimentan la construcción de nuestra realidad. Y es a partir de ella que ejecutamos nuestra libertad de expresarnos y nos introduce, sin saberlo, en un círculo vicioso que de tanto rodar deviene en un círculo virtuoso. En breve, en el concepto occidental, la libre expresión solo existe en función de la libertad de empresa para imponer a voluntad su derecho a la información.

Ejercemos, entonces, una libre expresión distorsionada y circunscrita al ámbito restringido de lo socialmente posible: lo doméstico, dialógico, cercano, concreto, útil para fortalecer las relaciones sociales interpersonales de los núcleos primarios (el hogar, el centro educativo, el club o iglesia de pertenencia). De todos modos, este hábitat ya existía muchos siglos antes de insertarnos en él. Otros lo crearon para nosotros, tal y como Platón lo expuso con una claridad y actualidad excepcionales en el conocido “Mito de la caverna”. Creemos lo que queremos en el reducido universo de la cotidianidad. Y aunque nos develen y revelen nuestro reduccionismo, nuestra ignorancia nos impide, precisamente, comprender las complejas estructuras del poder, aun las referidas al poder local y doméstico. Con mucha mayor razón, aquellas que requieren un alto nivel de abstracción; y con ello, un lenguaje más elaborado, a la altura de los códigos especializados que le sirven de substrato. En estos altos niveles se toman las decisiones mundiales. Ellos sí, con pleno ejercicio del derecho a la libre expresión, pues cuentan con todos los elementos y componentes que la propician y definen.

He procurado subrayar que el anhelo por erigir la libre expresión como un derecho universal ha partido de un principio de equidad cognoscitiva, también universal. Y esto no es siempre y necesariamente cierto. Porque el planteamiento teórico de la libre expresión para un citadino, no tiene el mismo valor semántico que para un campesino upaleño. Sus circunstancias de vida son en extremo opuestas y diferentes, al igual que sus valores, necesidades, entorno y expectativas. Se explica entonces que este discurso solo sensibiliza a quienes pueden obtener beneficio de ello. Esto sin considerar otras circunstancias como la solución prioritaria a necesidades vitales antes de poder siquiera imaginar el beneficio que puedan obtener de este principio universal.

He priorizado esta orientación doméstica, pues ante la desvalorización ética de conceptos como el aquí planteado podría suceder, quizás, lo siguiente: aún y con el sorprendente desarrollo tecnológico universal, millones de seres humanos se encuentran en niveles mínimos de sobrevivencia. Desconocen todo sobre la tecnología y no creen necesitarla. No se trata de un desprecio por el modernismo, es un registro que no ingresa en sus mentalidades. Sin embargo, los integrantes de tales estratos más bajos de las sociedades podrían resultar favorecidos luego de la gigantesca implosión que sufrirá la Tierra por exceso de información y ausencia de energía para procesarla. Y esto se debe a la escasa pérdida de energía e información entre los marginados, pues ambas se expresan en función de necesidades primarias; en tanto que, a nivel planetario, la excesiva y extraordinaria abundancia de información circulante por los medios y recursos tecnológicos al servicio del Poder está contaminando la pureza y espontaneidad de la comunicación.

Al final de los tiempos, podría suceder que el futuro del planeta Tierra quede en manos de los desheredados, últimos en la escala evolutiva de las tecnologías de la información y la comunicación, tal y como testimonia la historia de las revoluciones.

(*) Doctor en ciencias de la expresión y la comunicación, Universidad de París XIII, Villetaneuse. Exdirector de la Escuela de Comunicación Colectiva, UCR y exmiembro del Consejo Universitario de la Universidad Nacional.