Primer
huracán en Costa Rica
YO VIVÍ EL HURACÁN OTTO.
Dr.
Luis Montoya Salas, comunicólogo
A 25 metros del río
Chimurria y a 12 kilómetros del centro de Upala. Ahí vivo yo. En una casa
rústica, de madera.
Durante 10 días, desde el miércoles 16 de noviembre de 2016 ha llovido intensamente, con escasas horas de
sol. En idéntico número de días, previos al desastre acaecido en Upala, los telenoticiarios saturan a todo el país con los pormenores climáticos
del frente frío estacionado a 500 kms de Limón. Y le seguimos la ruta a Otto. Y
ante nuestros ojos que se acostumbran, gradualmente, Otto se transforma de depresión a tormenta y
de tormenta a huracán, por un asunto de velocidad: kilómetros más, kilómetros
menos.
Un huracán anunciado como
destructivo al que nadie teme, en Upala.
Y así, en la
TV, la metamorfosis de Otto se percibe tan natural, tan sencilla, que le perdemos el
miedo al huracán. Así de simple.
21 de noviembre de
2016. La Nación titula: “CNE declara alerta amarilla
para todo el país. El jefe de pronósticos del Instituto
Meteorológico Nacional (IMN), Werner Stolz, pronostica que Otto será huracán
el próximo miércoles 24 a la 1 p. m. y
tocará tierra, cerca de Bluefields, en el caribe nicaragüense, el jueves a la 1
p. m.”
24
de noviembre de 2016. 2:00 p.m. El ingreso del huracán
Otto a tierra se adelantó. Para esta
hora ya sabemos que lo hará por Costa Rica.
La
noticia más extraordinaria del año
fue ignorada y subestimada….
Mientras protejo las ventanas; pongo a
resguardo los objetos de valor que previamente había envuelto en plástico y guardo en una maleta de viaje los documentos
valiosos y alguna ropa escucho una larga
e intensa discusión entre los periodistas de Telenoticias, Greyvin Moya
e Ignacio Santos con el alcalde
de Upala, Juan Acevedo y éste último, a su vez, con el presidente de la Comisión Nacional de
“Emergencias”. Faltan algunos minutos, quizás unos 30 para que Otto ingrese con
toda su fuerza por Isla Calero…
Será, de hecho, la última transmisión sobre el
huracán que podremos escuchar aquí, en UPala. Paradójicamente, en el momento crucial de lo que sería una
gran noticia, todos los canales transmiten
telenovelas. Canal 13 transmite una revista musical.
Sin
adjetivos suficientes para describir la vivencia del efecto de Otto.
A las 4:30 p.m. cerré las puertas de la casa; y con una de mis hijas subí unos 100 metros a
refugiarme en otra casa, la de una vecina. Vivir cerca del río Chimurria
en una casa de madera rodeada de árboles
de gran altura significaba un riesgo latente.
Ya para esa hora, la lluvia ha empezado a arreciar,
al igual que los vientos. La energía eléctrica se cortó. Así como los
celulares. La luz natural también desapareció, en un instante. Afuera reina una
oscuridad nunca antes percibida. Conversaciones rutinarias, adentro.
Afuera, el tiempo se achica para darle todo el espacio a los vientos que, con latigazos de sonidos sibilantes, asmáticos, golpean árboles y paredes de las casas. Serían las 7 de la noche. O tal vez las 9. El huracán sigue buscando cumbreras frágiles, agujeros y rendijas por donde colarse, como queriendo llevarnos con él. Aterraba escucharlo golpear la casa por el frente, coletear por un costado, insistir por detrás, en la dirección de las manecillas del reloj, pero al revés, ¿“reversando” el tiempo, acaso?
Afuera, el tiempo se achica para darle todo el espacio a los vientos que, con latigazos de sonidos sibilantes, asmáticos, golpean árboles y paredes de las casas. Serían las 7 de la noche. O tal vez las 9. El huracán sigue buscando cumbreras frágiles, agujeros y rendijas por donde colarse, como queriendo llevarnos con él. Aterraba escucharlo golpear la casa por el frente, coletear por un costado, insistir por detrás, en la dirección de las manecillas del reloj, pero al revés, ¿“reversando” el tiempo, acaso?
En medio de la parálisis que todos sentíamos
esperando lo peor atiné a grabar el sonido del exterior. Les juro que escuchaba
algo así como voces hilarantes ininteligibles, gritos de angustia, súplicas
dolorosas intraducibles de tonos finos
unos y roncos otros; cortantes unos, extensos
otros; penetrantes, escalofriantes,
todos. Estaba, sin ninguna duda, ante percepciones inéditas, aprisionado en
sentimientos introvertidos de angustia y pánico matizados con alguna
curiosidad. Los adjetivos no me alcanzan
para describir esa sensación que empezó con un vacío directamente en el
estómago; luego, segundos de un silencio absoluto y profundo, en el exterior. Y
después, nuevos latigazos intercalados
con notas de silencio; y así, durante
unas horas. Al amainar la furia del huracán, cerca de las 10 p.m. todos en aquella
casa escuchamos un estruendo sostenido tan cercano que sentíamos como si
estuviera por revolcarnos. De cuando en vez, el llanto de un perro, alejándose…
Comentábamos si no sería el torrente de agua del río Chimurria Y al día
siguiente lo constatamos.
El
temor de encontrarnos con lo peor.
Pudimos dormir unas tres horas. Y aunque me desperté
a las 5:00 a.m. tenía miedo de bajar hasta la casa y encontrarla en el suelo, destechada,
o aplastada por algún árbol. Le dije a
mi hija que yo iría primero. Y
dependiendo de lo que encontrara, ambos
bajaríamos, o veríamos qué hacer. Dichosamente,
la casa estaba en pie, intacta. Y sí, el río Chimurria había abandonado su cauce
normal en unos 5 metros, pero sin provocar daños. Estaba embravecido, molesto, había cambiado
sus aguas transparentes por otras turbias y bien revueltas.
¿Desvió
Otto su trayectoria, en algún momento de
la noche?
El primer huracán que azota a Costa Rica rozó apenas Colonia Putarenas. Es de presumir que en algún momento de la
noche Otto desviaría su trayectoria como buscando el centro del Cantón 13 de
Alajuela; pues en la ruta entre Colonia y Upala aparecían árboles
frondosos arrancados de raíz y otros lanzados encima del puente de entrada a
Upala, or vientos de hasta 170 kms por hora, según supe después, por un detallado informa del Meteorológico. Y un idéntico panorama mostró la
ruta entre Upala y Bijagua, donde los
daños mayores afectaron los terrenos más
que las viviendas, si comparamos los cenros de población de ambos distritos.
También, en Jazmines y Los Tijos, colindantes con
Colonia Puntarenas Otto hizo estragos arrancando árboles, destechando casas y
tumbando postes del alumbrado eléctrico.
Otto
borró las marcadas diferencias sociales en Upala.
Desde el servicio satelital de Google se observa el cauce del río Zapote que nace en las faldas del Volcán Miravalles. Desciende serpenteando el suroeste de Upala y bordea la parte sur del centro upaleño
de población. Toda esta zona es la más vulnerable. Luego sigue su camino pasando
por San Judas y San Antonio de Yolillal.
Sobresale, entre los nombres registrados por Google en su mapa satelital el de “Residencial
Ricos y Famosos”; si bien, su nombre verdadero
es “Residencial Miravalles”.
En el centro de Upala, la huella de Otto quiso que
el lodo, los escombros y el agua llegaran casi hasta la cúpula del kiosco inundando las calles. Las casas de las urbas El Real,
don Chu, las residencias de personas acomodadas, algunas instituciones, el mercado, los principales comercios
colindantes con el río, el 75% de las construcciones, fueron marcados por la misma línea, a un
metro de altura. Señal inequívoca que
por ahí pasó la “cabeza de agua”, en un área aproximada de 20 a 25 cuadras.
Quienes fueron anegados por el lodo y la hediondez, también lo fueron por la desolación y el dolor;
quienes sintieron rabia, también vivieron
la impotencia, la tristeza, el miedo, el coraje y la ira.
¿Y
si yo hubiera sido golpeado, de igual manera, por Otto?
Hace unos doce años tuve la oportunidad de vivir en
Upala, pues me ofrecieron una plaza a tiempo completo para enseñar francés en
el Colegio Técnico Profesional. Por prejuicios y desconocimiento sobre este lugar no acepté. De otro modo, acaso ¿no estaría en la lista de los damnificados?
Cuando
amaneció y salimos de las casas….