INFORMACIÓN TÓXICA – INFORMACIÓN ÚTIL EN LAS REDES SOCIALES Y EN LA PRENSA
Luis Montoya Salas
Comunicólogo
Este
ensayo explica cómo las redes sociales han ido acaparando los espacios de los
medios informativos tradicionales, al punto de hacerlos desaparecer, ante nuestra indiferencia…..
Aunque la prensa tal cual hoy
la conocemos goza de un
particular status de privilegio del que carecen la mayoría de las otras
instituciones, no siempre seguirá siendo
así.
Si bien es
cierto, su materia prima es la
información, salvaguardada
internacionalmente como un derecho humano
derivado de una de nuestras necesidades fundamentales: conocer, las empresas periodísticas ya no poseen el
monopolio del acceso a la información.
Tanto más penetran
las redes sociales en el tejido social, tanto menos influencia ejercen las empresas periodísticas y del
entrenamiento mediático. Y a medida que
transcurren los años y avanza la tecnología en Internet, cada vez
se asimilan simbióticamente unas
y otras y se asemejan sus contenidos.
Sin la menor
duda, disminuye el protagonismo mediático de antaño y se desdibuja cada vez más su función de
“espejo de la sociedad” mediante el cual era posible aproximarse a la
naturaleza psico-social de la(s) sociedad(es).
El concepto de actualidad periodística desapareció con las redes
sociales.
En esta tesitura, las
redes sociales han hecho añicos el concepto de actualidad. Hoy, las empresas
periodísticas no tienen el monopolio de la verdad ni del conocimiento, ni
llegan de primeros a los acontecimientos. Más bien, los programas informativos,
deportivos, del entretenimiento recurren
a las redes (aplicación #), y a los “memes” enviados desde un celular
a las redacciones de los medios periodísticos.
Entonces, lo que se conocía como actualidad en la jerga periodística: el
hoy y el ahora; y por lo cual se
invertían millones de colones para llegar al
lugar del acontecimiento antes que otro medio informativo, ya no lo es más, ni lo será.
Los criterios de proximidad protagonismo en la jerga periodística le
cedieron el paso: el primero, al “me
gusta”. Pues ¿quién y qué es más próximo que nuestro prójimo identificado con
el “me gusta”? Y el segundo, al
“selfie”, pues ¿quién es más protagonista en las redes que mi propio “selfie”?
La información útil y la información tóxica
El cambio de
épocas, cada vez más acelerado implica
obligadamente un cambio de paradigma ideológico, con el desgaste natural de la
ética y la moral respecto de las características del ser humano más fácilmente
volcadas sobre el mínimo esfuerzo.
Hoy, más que nunca
antes; y debido a las redes
sociales, conviven en las sociedades a
nivel mundial la información útil y la información tóxica.
La primera es pertinente y nos lleva al conocimiento. Esta
información fue misión principal de empresas periodísticas connotadas
como “Le Monde”, Le Nouvel Observateur, en Francia; “El New York Times” en
EEUU; The Guardian, en el Reino Unido;
El País, en España; “El Corriere
De la Sera” en Italia, solo para citar los más
conocidos en este país.
La información tóxica, por el contrario, es impertinente pues reproduce la
ignorancia en las redes sociales. Esta
información encontró espacio
privilegiado en Internet y sus subproductos Facebook, Twiter,
Whats app, Instagram, etc.
En efecto. La
información tóxica se corresponde con la información básica y primitiva, la
información concreta ( K.Kosick.
1989 (Dilaéctica de lo concreto,p. 26). Esta información se expresa en frases
clisés (“Tome chichí”; hey mae,
¿pura vida?; “Viva Saprissa”; “tome
pa´que lleve”; “rica mamacita”, etc. etc.). No son otra cosa que expresiones
estereotipadas, como impulsos inconscientes, prejuiciosas y prenociones de
referentes culturales socializados instalados en las partes primitivas del
cerebro: la amígdala y el hipotálamo. El
resultado más demoledor es, por ejemplo, cómo en el proceso de socialización,
la ausencia de controles en la educación formal sobre una voluntad
“tóxica” irresponsable deviene en ira al
mínimo estímulo de contradicción, provocando
una confrontación innecesaria e
imposible de controlar, con consecuencias también imposibles de
predecir.
Existen medios informativos
como Extra y La Teja que deben su éxito al uso de información tóxica (sucesos
sensacionalistas en un caso y lenguaje vulgarizado en el otro).
Cuando la amígdala toma el control es imposible dialogar con argumentos.
Esto es así debido a
que el hipotálamo y la amígdala son el
asiento natural en nuestro cerebro de
instintos básicos emocionales como el miedo, la ira, la alarma ante la
más mínima amenaza instintiva; y por tanto, refugio de la envidia, los
rumores, el rechazo ad portas de la otra
persona por su físico, por sus señales
corporales, por sus tendencias religiosas y de género. Tal realidad hace
imposible debatir y explicar con
argumentos lógicos y racionales.
En las redes sociales
circulan tanto la información útil que produce conocimiento, como la
información tóxica que genera conflictos, rechazos y las inunda de ofensas,
lenguaje agresivo, obsceno, descalificador y, en extremos, amenazante.
Sin embargo, como sucede en la realidad, la información útil es superada
en consultas y “me gusta” por la información tóxica.
El periodismo que, quizás, ya no lo sea, para nunca jamás.
Aunque a nivel
mundial se aplican técnicas
periodísticas similares, la idiosincrasia de un país y su lenguaje definen el
estilo propiamente nacional de hacer periodismo.
Antes de los años 60,
el periodismo se caracterizaba por un estilo más literario con predominio
de la crónica. Era un periodismo
descriptivo, de detalles, muy “cargado”, emocionalmente. Sus escribientes
era eran abogados y personas sin
formación universitaria pero con
vocación y necesidades de subsistencia.
El nuevo periodismo utiliza un lenguaje, estilo y estructura precisos, directos, breves y concisos, en textos con párrafos cortos de 3 a 5 renglones para responder a las preguntas básicas del sentido común enunciadas por Quintiliano hace más de 2000 años: ¿QUIÉN? ¿QUÉ? ¿CUÁNDO? ¿DÓNDE? ¿POR QUÉ, O PARA QUÉ? Este modelo, conocido como el Paradigma de Laswell, o de las 5 W se complementa con un conjunto de criterios y valores para seleccionar (arbitrariamente) de todos los hechos que acontecen en la vida cotidiana, aquellos considerados de mayor “valor” periodístico.
De cómo el periodismo fue perdiendo su “glamour”.
Si analizamos un
mensaje de Facebook encontraremos al menos la presencia de tres de las 5W. La
diferencia con una nota periodística es el tratamiento estratégico de las
5W.
Y como si se tratase
de un círculo virtuoso, el proceso de adaptación del lenguaje periodístico para
responder a la capacidad de comprensión de los lectores permite a los usuarios de las redes sociales comprender, con mucha mayor facilidad su lenguaje simple y concreto. En un punto son coincidentes, el periodismo y
el lenguaje de las redes sociales: a) El éxito del periodismo radica en que su sémiosis permitió una conexión
noticia-perceptor gracias a la correspondencia, manera de pensar y hablar de la gente común /
lenguaje periodístico. b) La semiosis periodística preparó a los usuarios de
las redes sociales para lanzarse en bandada sobre esta inédita oportunidad, sin
depender de aquel. El éxito de las redes sociales le debe, entonces mucho al
periodismo informativo; pues solo se trata de darle continuidad a la necesidad inherente del ser humano de
hacerse notar por los demás. El periodismo nos enseñó la diferencia entre la
persona prominente y nosotros, los simples mortales. Hoy, gracias a las redes
sociales nosotros somos esas figuras prominentes, esos inmortales que hacemos
saber a otros de nuestra existencia.
Todo esto es posible
ahora, como fue antaño la conexión
noticia-perceptor por el efecto espejo de similitud, que desemboca
en una comprensión inmediata del
acto, gracias a nuestras capacidades
perceptuales elementales para decodificar la información a partir de un conocimiento básico del lenguaje.
En el proceso se perdió el andamiaje que nos permite acceder a las redes
sociales.
Ahora bien, cuando se
unen la necesidad de saber con el componente lúdico de la curiosidad y la
capacidad creativa e innovadora, se obtiene como resultado la pirámide de la
comunicación que es la sumatoria de las
invenciones creadas por la civilización humana a través de los
siglos para informar más, a mayor
cantidad de personas con una reducción significativa de los tiempos entre el
prototipo y su implantación masiva.
A lo largo de la
primera mitad del siglo XX, la ciencia
(Biónica, inteligencia artificial, robótica,
primer computador) instaura desde los laboratorios del MIT (Instituto
Tecnológico de Massachussetts) las condiciones para el salto cuántico que hoy
disfrutamos con un acceso inconmensurable, a los más variados gadgets de las
tecnologías de la información y la comunicación. Agréguese el apuntalamiento de la
neurociencia, la neurobiología, la informática, la telemática, la era espacial
en los años 60 y tendremos el
« paquete mágico » para todo cuanto hoy poseemos de tangible como los
celulares, la computadora portátil, los Ipod, los Ipad, las pantallas planas y
de alta definición, integrados en la médula de nuestro diario vivir.
¿Resulta osado
preguntarse, si la sobreabundancia de opciones tecnológicas que desembocó en
una insensata obsesión por el desperdicio ante el deseo de poseer el último
gadget de moda, estaría también
modificando la relación tradicional de los consumidores de noticias con
sus medios tradicionales ?
¿Podría suceder, que
« la mensajería celular » llevada al extremo posible de la
simplificación del idioma, hasta degenerar en un código ajeno; más la dinámica de las redes sociales,
caracterizada por un intercambio de lo
más banal y cotidiano de las personas
expresado en la frase « Me gusta”
reemplacen en muy corto plazo, la necesidad de consumir noticias ?
¿Estarían las personas más interesadas en abrir el Facebook o el Twitter que las páginas de un
periódico, o la emisión de un programa
de radio o un telenoticiario ? ¿Podría más la auto-estimulación narcisista
inherente a las redes sociales que la preocupación por la actualidad nacional e
internacional ?
Yo me atrevería a
afirmar que Facebook y Twitter sirven en bandeja de plata la oportunidad que el
ser humano esperó toda su vida : hacer saber al otro de mi yo, ante un
auditorio real-virtual infinito, aunque no necesariamente anónimo, con solo
aceptar « la amistad » del otro
expresando cualquier cosa « que a mí me gusta ».
El éxito de las redes
sociales está en presuponer que cientos de miles saben de mí, de los otros y de
todos, al instante, aunque al mismo instante, los cientos de miles de millones
de opiniones sean fagocitadas por « la nube invisible » de Internet.
Esta gratificación
sólo exige estar conectado a la red. Y ejerce, sin duda, una atracción tan
adictiva, que leer un periódico, o seguir las noticias por la radio o los
telenoticiarios resultan una necedad, más que
una necesidad.