lunes, 17 de marzo de 2014


Luis Guillermo Solís:
LA RUTA MÁS LARGA HACIA LA PRESIDENCIA
Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo
La fórmula de Luis Guillermo Solís para la segunda ronda electoral es obvia: menos razón y más corazón. 
”Tengan confianza en quienes estamos aspirando, no hay de otra”
Luis Guillermo Solís.
El 5 de marzo recién pasado, fecha en que Johnny Araya  tiró la toalla como candidato presidencial, también prometió recorrer todo el país para agradecer a sus partidarios. Eran frases dichas al vuelo, en el calor emotivo de su despedida.
Ese mismo día, Luis Guillermo Solís decidió hacer lo mismo, en un giro de su estrategia para alcanzar la Presidencia. Asumió las palabras del ex candidato del PLN como ciertas y se lanzó, como tromba, a recorrer todo el país. Solís asumió que el recorrer de Araya era continuar en campaña electoral. No quiso correrse el chance de ver cumplido el teorema de Thomas: “Si asumes las cosas como ciertas, resultarán ciertas en sus consecuencias”.
Para el candidato del PAC, quien conoce “por dentro”, la maquinaria electorera del PLN,  la declinación de Araya no era de fiar. Entonces lanzó la consigna del “millón de votos”.
Así, en el tiempo más corto, escogía el camino más largo, sustituyendo el poder persuasivo y de ubicuidad  (en todos los lugares al mismo tiempo)  de los medios de difusión colectiva por el acto presencial en todo el país, más lento, agotador y desgastante.
Esta decisión, de sustituir los  “mass media”, cuyas principales ventajas son la de permitir difundir el mismo mensaje que el candidato transmitiría en un salón comunal ante 100 personas, multiplicado por millones de electores simultáneamente con un potencial persuasivo multiplicado gracias a la penetración de los medios escogidos (televisión, radio, prensa escrita) en el menor tiempo posible  revela un estilo, es cierto. A cambio, el candidato pierde un tiempo precioso y valioso que debería invertir en  las tareas esenciales de pensamiento, planificación, concepción, selección de equipos de trabajo para su futuro gobierno. La fórmula es obvia: menos razón y más corazón. 
 Esta opción se observa en la entrevista que La Nación le realizó a Luis Guillermo Solís el domingo 16 de marzo recién pasado. 
 En su introducción, el periodista transmite la percepción que gravita en diferentes sectores de la sociedad costarricense:
“Ante la falta de definiciones en temas como los recursos energéticos o el equipo económico en su eventual gobierno, el candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), Luis Guillermo Solís, pide un acto de confianza. “No hay de otra”, dice, al tiempo que insiste en una campaña basada en escuchar y ofrecer un cambio en la forma de atender problemas; más concentrado en ganar la elección que en adelantar acciones”.
El fantasma de la maquinaria electorera del PLN
En el actual proceso electoral, en dos rounds existen, también, dos campañas electorales: la anterior al 2 de febrero, cuando Luis Guillermo Solís se luce más como presidente que como candidato. Y  la de antes del 6 de abril, en la que se comporta más como candidato y menos como presidente. Así, en la primera fase se le vio más beligerante, más firme, más estadista. Ahora,  en cambio, se le ve más populista, buscando el voto, puerta a puerta, como si nunca hubiera existido proceso electoral. 
Pareciera que la declinación de Araya a continuar como candidato por el PLN dejó una estela fantasmal que trastocó una trayectoria estratégica ya trazada y lanzó a Luis Guillermo Solís a las calles, en una carrera desenfrenada por la captura de votos, dejando para después del 6 de abril la posición contundente, de fondo que reclaman los sectores empresariales y económicos del país, quienes “tendrán que esperar, porque no hay de otra”.
En esta tesitura, sus posiciones anteriores al 2 de febrero recién pasado, son ahora más opiniones ligeras, resultantes de sus giras que lo acercaron con los problemas más apremiantes de sobrevivencia de los costarricenses marginados. 
Se percibe en su discurso un enojo subyacente ante quienes, según su posición, han manejado al país:
“Y eso es una cosa que los expertos no están viendo porque quieren medirlo todo macroeconómicamente, en porcentajes, y yo quiero insistir en que en este momento el tema de la confianza es fundamental para recuperar la capacidad de acción que tenga el Estado”.
La energía eléctrica no es solo asunto de porcentajes.
Cuando el candidato del PAC  declara:
“ (…) hay sectores que quieren utilizar esta discusión para buscar la apertura total del mercado, y entonces buscan todo tipo de argumentos para lograr ese propósito y entonces se inventan contingencias que no existen o argumentan costos centroamericanos que no se pueden explicar si no por vía de los subsidios que los gobiernos dan. El debate sobre energía tiene que limpiarse de estos otros temas”,
traspasa límites no permitidos para un candidato presidencial, cuyas declaraciones son leídas con lupa por los grupos interesados. Luis Guillermo Solís olvida, quizás, que no habla exclusivamente para la gradería de sol, los electores.
La energía eléctrica se encuentra envuelta en un conflicto por la protección del medio ambiente ante la construcción por parte de capitales privados de represas por todo el país, con el visto bueno de SETENA. La respuesta del candidato del PAC es superficial, ligera e incompleta.
En el déficit fiscal priva el sentimiento de los electores sobre la realidad económica
En el caso del déficit fiscal, su posición es del gusto de los electores, pues utiliza un razonamiento lógico, aunque simplista.
“Mientras nosotros le pidamos a la gente que pague más impuestos y, al mismo tiempo disparemos los ingresos, ¿con qué autoridad vamos a pedirle a la gente que pague más impuestos?
El candidato del PAC parte de una premisa original, aunque abstracta. Primero debe existir un ambiente de confianza en el pueblo, para luego tomar decisiones aunque sean difíciles, que el pueblo las aceptará. 
Por momentos, Luis Guillermo Solís parece apostarle al mesianismo como la mejor respuesta a la corrupción y la desesperanza. Su brazo derecho será el diálogo. Y si no lo logra con el Frente Amplio lo buscará en otras fracciones.
Su estrategia es simple. Primero llego a la Presidencia y después veremos. Por eso pide fe en el pueblo. Por esta razón, el candidato del PAC responde de manera simple, casi escolar a  las interrogantes del periodista, que llaman la atención del candidato sobre los problemas de fondo.
No quiere ningún elemento distractor en el camino, que genere debate y que lo distraiga de su ruta. Así de simple.
¿Es correcta esta estrategia, motivada solo por el fantasma de la maquinaria del PLN? ¿Necesita Luis Guillermo Solís un voto apabullante del millón de electores o más para ser ungido como presidente?
Creo, que un buen líder, estadista escoge a sus mejores hombres, les delega funciones y cree firmemente en su “experticia”.
Y mientras el líder recorre el país dando la cara y asegurando su compromiso personal al electorado con su presencia y cercanía, aprovecha, también, la ocasión para lanzar proclamas impactantes de lo que será su futuro gobierno, con insumos resultantes del trabajo de su equipo de expertos.
Esta es la dinámica sistémica del buen líder. No le teme al debate de principios, mientras camina por la Costa Rica rural y marginada. Más bien aprovecha su transitar para reflexionar y devolver a todo el país lo que encuentra a su paso.
No constituye, un elemento distractor de su trayectoria cibernética, adelantar pensamiento de lo que serán sus primeras decisiones.  Todo lo contrario. Le ofrece al pueblo el perfil del gran estadista que será, su próximo Presidente de la República.

jueves, 13 de marzo de 2014

EQUIPO DE ARAYA SE COME EL PASTEL Y ARAYA PAGA LOS PLATOS ROTOS

Equipo de campaña de Araya se come el pastel de la deuda política
Y ARAYA ABANDONA SU CANDIDATURA PRESIDENCIAL
Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo

Un análisis gestual del ex candidato presidencial Johnny Araya, a partir del  texto leído de separación de la campaña electoral 2014

·      No fue renuncia. No fue un adiós sino un hasta luego. Fue algo así como reconocer  la incapacidad para luchar de tú a tú con su opositor y con un electorado cegado por la corrupción.  

·      Johnny   Araya: más preocupado por cómo dice lo que lee  que por llegar al alma del electorado, con su texto.

·      Johnny Araya: Parece leer, más  un acuerdo municipal, que un discurso de abandono a un cargo de tanta dignidad y trascendencia para el futuro de Costa Rica.

·      ¿Se inspiró Araya en la decisión del Dr. Rodolfo Hernández de  abandonar  el liderazgo de la campaña, con todas sus implicaciones?  


 
Sucedió en un país tropical de apenas 50,500 km2.,  con una población de  unos 4 millones de habitantes, el 5 de marzo de 2014, Miércoles de Ceniza en el calendario gregoriano de la Iglesia católica.
Ese día, cerca de la 1:30 p.m., a poco menos de un mes para las elecciones presidenciales,   Johnny Araya, candidato presidencial del PLN  convocó a los periodistas para  declarar textualmente:
(…) “Por ello, con firmeza de ánimo, hago saber mi decisión de concluir hoy esta campaña por la presidencia de la República. Más allá de mi aspiración está Costa Rica” (…).
El discurso de 7 minutos pudo decirse en un minuto
Una decisión inédita en la historia política de Costa Rica que tomó desprevenido a todo el país, menos a sus gestores. Y que el candidato leyó, como si se tratara de un acta de concejo municipal, tal y como se demostrará en este ensayo.
Millones de electores  habrían comprendido la real intención del  (ahora) candidato invisible, si se muestra más directo, conciso y preciso, como se exige en retórica cuando se quiere persuadir. Entonces  no se habrían producido las reacciones que descalifican la supuesta estrategia subyacente.
Veamos.  La lectura del documento completo duró más de 7 minutos. Pero quitándole tanta retórica funcional habría durado poco más de 1 minuto, si su texto  hubiera dicho algo así:
“ Quiero agradecer a los ciudadanos que eligieron la mayor  fracción parlamentaria en las presentes elecciones.  Igualmente, agradezco a los compatriotas que, con su voto, honraron a nuestra papeleta presidencial. El trabajo de decenas de miles de colaboradores hizo posible los resultados del 2 de febrero.
Consulté  cuatro sondeos, para comprobar  “la existencia de una voluntad inclinada hacia el relevo del partido en la gestión del Gobierno”.
 El acuerdo nacional debe ser transparente, de cara a la ciudadanía y bajo su estricta vigilancia. Por ello, con firmeza de ánimo, hago saber mi decisión de concluir hoy esta campaña por la presidencia de la República. Acatando  las normas constitucionales, me abstendré de cualquier actividad electoral.
Sin amargura ni frustración, mi corazón queda limpio y sereno al servicio de la patria. Que la Providencia ilumine a los nuevos gobernantes, nos guíe en la oposición y bendiga siempre a Costa Rica”.
Araya leyó su discurso sólo para los liberacionistas.  
No existe en las 613 palabras del discurso leído por Johnny Araya, candidato del PLN, una sola palabra de compromiso  claro, preciso, conciso, directo, contundente y sin florituras, de manera a no dejar  en el electorado costarricense,  la menor duda de sus intenciones. .  Más bien deja en el aire una sensación de seguir activo en la contienda: “Nuestro partido, los diputados electos y este servidor comunicamos la disposición a participar institucionalmente”…. “Es necesario enderezar, pero no reemplazar, el camino costarricense hacia el desarrollo”… “Reafirmo mi vocación de servicio público y mi propósito de continuar con la acción política”… “Próximamente recorreré el país para abrazar a nuestros dirigentes”… “Nos les digo adiós, sino hasta luego”.
Tampoco se identifican en su voz, o comunicación gestual la expresión firme y categórica que exigiría una decisión como la de claudicar a una candidatura presidencial. No se trata de un acto administrativo como la lectura de un acta. No. Es ni más ni menos que la Primera Magistratura.  
¿Tendría el ex candidato presidencial del PLN alguna consciencia sobre el nivel de responsabilidad y consciencia respecto de su trascendental decisión al dejar huérfano y derrotado sin dar la batalla final,  al partido más orgulloso de sus triunfos, a lo largo de su trayectoria electoral, en la historia de Costa Rica. A menos que existiera tras bambalinas, una fuerte presión para dar este paso…
Para escudriñar en lo profundo de su discurso alguna razón  que explique esta decisión de Araya, se realizó un análisis del texto, así como de la comunicación gestual del ex candidato, basado en un vídeo grabado el 5 de marzo recién pasado, fecha en que desistió  como candidato liberacionista.
Como primer hallazgo se detecta la ausencia de la palabra costarricenses, o su símil pueblo costarricense a quien supuestamente dirigía el mensaje. Araya se equivocó  al hablarle solo a los liberacionistas, con lo cual excluyó a  un altísimo porcentaje que no se identificó con su mensaje.
De cómo un estado de ánimo afecta la nitidez del mensaje verbal
Resulta evidente, a lo largo de la observación, que el ex candidato no se sentía bien en aquel momento y esto lo obligó a apegarse al texto en forma de lectura formal, sin la fuerza persuasiva que proyecta la espontaneidad. Y esto lo habría logrado si reduce el texto a un minuto y lo ensaya para decirlo de memoria, con un permanente contacto visual con el público; vale decir, con los electores.  
Si todo texto tiene una intención persuasiva, queda  en el ambiente,  la de seguir activo en la contienda.
Escaso contacto visual con los telespectadores
Esta actitud explicaría  la formalidad con la cual Araya leyó su mensaje de más de 7 minutos, apegado al texto, forzando un contacto visual con los asistentes, mientras controlaba sus emociones.   
 Llama la atención,  que si los candidatos presidenciales son debidamente entrenados por sus asesores para que busquen  siempre  el contacto visual con los destinatarios de su mensaje, Johnny Araya solo lo hace en cuatro oportunidades de las 55 veces que se separó del texto:   al minuto 3 con 9 segundos, cuando recibe los aplausos de sus allegados. Y en las otras tres ocasiones, cuando expresa  severidad: al minuto 4 con 10 segundos, al minuto 4 con 45 segundos O para emplazar a los presentes,  en el minuto 2 con 16”.
¿Cómo controlar el estrés, sin que nos lo saque a la cara?
Por instantes, Araya  revela tensión, como cuando aprieta los labios,  en dos ocasiones: al minuto 6 con 16” y al final, al minuto 7 con 16” cuando se despide. Pero también expresa reflexión interior sobre su decisión al minuto con 53 segundos y a los 5 minutos con 56 segundos, sin que falte el componente de seriedad enojosa ante la situación vivida, cuando emplaza con la mirada al público asistente, en el  minuto con 47 segundos y a  los 2 minutos con 16 segundos.
El ex candidato vive intensamente y en soledad, su papel perdedor, de ahí el predominio de palabras y expresiones en primera persona, como “quiero”, “agradezco”, “he vuelto a recorrer”, “he percibido”, “me incliné”, “acepté”, “reafirmo”, “dedicaré”, “recorreré”, etc. 
También extraña,  el control excesivo de  gestos emotivos fuertes propios de la tensa e intensa situación  que vive el ahora ex candidato liberacionista. De ahí la dificultad de conexión emocional con quienes no constituyen el público-meta del ex  candidato, el resto de electores no liberacionistas.  Está ausente este componente emocional que nos llevaría a todos hacia la certeza de la sinceridad en sus palabras.
 Pero su voz no logra esconder la emoción de la circunstancia
Aunque Araya se esfuerza en mostrar un  rostro sereno y digno ante una situación excepcional, su voz no le ayuda. El problema es que la conexión emocional de mente con todo el aparato fónico le impide pronunciar las palabras con sonoridad. De manera que el timbre de voz  que se agota en la última sílaba  de cada oración le resta credibilidad a su mensaje. Y las pausas, los silencios que son tan persuasivos en una comunicación, sólo se producen en dos ocasiones: al minuto 3 con 18 segundos, y a los 5 minutos con 15 segundos. Su voz se escucha forzada, debilitada. Y esto se nota, precisamente en el clímax de su exposición, cuando declara en el minuto 2 con 24”  Por ello, con firmeza de ánimo, hago saber mi decisión de concluir hoy esta campaña por la presidencia de la República”.  Como si no quisiera decir lo que debe decir.
Araya, pieza de sacrificio en una cúpula cruel, fría y calculadora.
Al final del análisis, se  concluye que Johnny Araya daba la impresión de estar obligado a beber este trago amargo. La sensación que transmite toda la situación vivida por el ex candidato liberacionista es la de un líder resignado, llevado a las cuerdas por la actitud de un partido cuya cúpula lo abandona, le cierra la llave del apoyo económico y le niega el acceso a la poderosa maquinaria electoral liberacionista.
Finalmente. Sin la menor duda, la decisión de Araya marcará su carrera política dentro de un partido monolítico, duro y curtido en tantas batallas electorales”.