Luis Guillermo Solís:
LA RUTA MÁS LARGA HACIA LA PRESIDENCIA
Dr. Luis Montoya Salas
Comunicólogo
La fórmula de Luis Guillermo Solís para la segunda ronda electoral es obvia: menos razón y más corazón.
”Tengan confianza en quienes estamos aspirando, no hay de otra”
Luis Guillermo Solís.
El 5 de marzo recién pasado, fecha en que Johnny Araya tiró la toalla como candidato presidencial, también prometió recorrer todo el país para agradecer a sus partidarios. Eran frases dichas al vuelo, en el calor emotivo de su despedida.
Ese mismo día, Luis Guillermo Solís decidió hacer lo mismo, en un giro de su estrategia para alcanzar la Presidencia. Asumió las palabras del ex candidato del PLN como ciertas y se lanzó, como tromba, a recorrer todo el país. Solís asumió que el recorrer de Araya era continuar en campaña electoral. No quiso correrse el chance de ver cumplido el teorema de Thomas: “Si asumes las cosas como ciertas, resultarán ciertas en sus consecuencias”.
Para el candidato del PAC, quien conoce “por dentro”, la maquinaria electorera del PLN, la declinación de Araya no era de fiar. Entonces lanzó la consigna del “millón de votos”.
Así, en el tiempo más corto, escogía el camino más largo, sustituyendo el poder persuasivo y de ubicuidad (en todos los lugares al mismo tiempo) de los medios de difusión colectiva por el acto presencial en todo el país, más lento, agotador y desgastante.
Esta decisión, de sustituir los “mass media”, cuyas principales ventajas son la de permitir difundir el mismo mensaje que el candidato transmitiría en un salón comunal ante 100 personas, multiplicado por millones de electores simultáneamente con un potencial persuasivo multiplicado gracias a la penetración de los medios escogidos (televisión, radio, prensa escrita) en el menor tiempo posible revela un estilo, es cierto. A cambio, el candidato pierde un tiempo precioso y valioso que debería invertir en las tareas esenciales de pensamiento, planificación, concepción, selección de equipos de trabajo para su futuro gobierno. La fórmula es obvia: menos razón y más corazón.
Esta opción se observa en la entrevista que La Nación le realizó a Luis Guillermo Solís el domingo 16 de marzo recién pasado.
En su introducción, el periodista transmite la percepción que gravita en diferentes sectores de la sociedad costarricense:
“Ante la falta de definiciones en temas como los recursos energéticos o el equipo económico en su eventual gobierno, el candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), Luis Guillermo Solís, pide un acto de confianza. “No hay de otra”, dice, al tiempo que insiste en una campaña basada en escuchar y ofrecer un cambio en la forma de atender problemas; más concentrado en ganar la elección que en adelantar acciones”.
El fantasma de la maquinaria electorera del PLN
En el actual proceso electoral, en dos rounds existen, también, dos campañas electorales: la anterior al 2 de febrero, cuando Luis Guillermo Solís se luce más como presidente que como candidato. Y la de antes del 6 de abril, en la que se comporta más como candidato y menos como presidente. Así, en la primera fase se le vio más beligerante, más firme, más estadista. Ahora, en cambio, se le ve más populista, buscando el voto, puerta a puerta, como si nunca hubiera existido proceso electoral.
Pareciera que la declinación de Araya a continuar como candidato por el PLN dejó una estela fantasmal que trastocó una trayectoria estratégica ya trazada y lanzó a Luis Guillermo Solís a las calles, en una carrera desenfrenada por la captura de votos, dejando para después del 6 de abril la posición contundente, de fondo que reclaman los sectores empresariales y económicos del país, quienes “tendrán que esperar, porque no hay de otra”.
En esta tesitura, sus posiciones anteriores al 2 de febrero recién pasado, son ahora más opiniones ligeras, resultantes de sus giras que lo acercaron con los problemas más apremiantes de sobrevivencia de los costarricenses marginados.
Se percibe en su discurso un enojo subyacente ante quienes, según su posición, han manejado al país:
“Y eso es una cosa que los expertos no están viendo porque quieren medirlo todo macroeconómicamente, en porcentajes, y yo quiero insistir en que en este momento el tema de la confianza es fundamental para recuperar la capacidad de acción que tenga el Estado”.
La energía eléctrica no es solo asunto de porcentajes.
Cuando el candidato del PAC declara:
“ (…) hay sectores que quieren utilizar esta discusión para buscar la apertura total del mercado, y entonces buscan todo tipo de argumentos para lograr ese propósito y entonces se inventan contingencias que no existen o argumentan costos centroamericanos que no se pueden explicar si no por vía de los subsidios que los gobiernos dan. El debate sobre energía tiene que limpiarse de estos otros temas”,
traspasa límites no permitidos para un candidato presidencial, cuyas declaraciones son leídas con lupa por los grupos interesados. Luis Guillermo Solís olvida, quizás, que no habla exclusivamente para la gradería de sol, los electores.
La energía eléctrica se encuentra envuelta en un conflicto por la protección del medio ambiente ante la construcción por parte de capitales privados de represas por todo el país, con el visto bueno de SETENA. La respuesta del candidato del PAC es superficial, ligera e incompleta.
En el déficit fiscal priva el sentimiento de los electores sobre la realidad económica
En el caso del déficit fiscal, su posición es del gusto de los electores, pues utiliza un razonamiento lógico, aunque simplista.
“Mientras nosotros le pidamos a la gente que pague más impuestos y, al mismo tiempo disparemos los ingresos, ¿con qué autoridad vamos a pedirle a la gente que pague más impuestos?
El candidato del PAC parte de una premisa original, aunque abstracta. Primero debe existir un ambiente de confianza en el pueblo, para luego tomar decisiones aunque sean difíciles, que el pueblo las aceptará.
Por momentos, Luis Guillermo Solís parece apostarle al mesianismo como la mejor respuesta a la corrupción y la desesperanza. Su brazo derecho será el diálogo. Y si no lo logra con el Frente Amplio lo buscará en otras fracciones.
Su estrategia es simple. Primero llego a la Presidencia y después veremos. Por eso pide fe en el pueblo. Por esta razón, el candidato del PAC responde de manera simple, casi escolar a las interrogantes del periodista, que llaman la atención del candidato sobre los problemas de fondo.
No quiere ningún elemento distractor en el camino, que genere debate y que lo distraiga de su ruta. Así de simple.
¿Es correcta esta estrategia, motivada solo por el fantasma de la maquinaria del PLN? ¿Necesita Luis Guillermo Solís un voto apabullante del millón de electores o más para ser ungido como presidente?
Creo, que un buen líder, estadista escoge a sus mejores hombres, les delega funciones y cree firmemente en su “experticia”.
Y mientras el líder recorre el país dando la cara y asegurando su compromiso personal al electorado con su presencia y cercanía, aprovecha, también, la ocasión para lanzar proclamas impactantes de lo que será su futuro gobierno, con insumos resultantes del trabajo de su equipo de expertos.
Esta es la dinámica sistémica del buen líder. No le teme al debate de principios, mientras camina por la Costa Rica rural y marginada. Más bien aprovecha su transitar para reflexionar y devolver a todo el país lo que encuentra a su paso.
No constituye, un elemento distractor de su trayectoria cibernética, adelantar pensamiento de lo que serán sus primeras decisiones. Todo lo contrario. Le ofrece al pueblo el perfil del gran estadista que será, su próximo Presidente de la República.